La forma del Juicio Final



Santo Tomás de Aquino


Tres cosas concurren a la forma de un juicio: quién sea el juez, quiénes serán juzgados y acerca de qué.

Pues bien, Cristo es el juez.
Hechos 10, 42: “Es El quien ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos“: ya sea que tomemos por muertos a los pecadores, y por vivos a los justos; o literalmente por vivos a los que aún vivan a la sazón, y por muertos a cuantos hayan muerto. El es el juez no sólo en cuanto Dios, sino también en cuanto hombre.

Y esto por tres razones.

Primeramente porque es necesario que los que son juzgados vean al juez. Ahora bien, tan deleitable es la Divinidad, que nadie puede verla sin gozo; por lo cual ningún condenado podrá verla, porque de lo contrario gozaría. Por lo tanto es necesario que aparezca bajo la forma de hombre, para que sea visto por todos.
 Juan 5, 27: “Le ha dado poder para juzgar, porque es el Hijo del hombre”.

En segundo lugar, porque en cuanto hombre mereció tal oficio. Pues en cuanto hombre fue injustamente juzgado El mismo, por lo cual Dios lo hizo juez de todo el mundo.
 Job 36, 17: “Tu causa ha sido juzgada como la de un impío: recibirás la culpa y la pena“.

En tercer lugar, para que, siendo juzgados por un hombre, los hombres cesen de desesperar. Pues si sólo Dios fuese el juez, los hombres, aterrados, desesperarían.
Luc 21, 27: “Verán venir al Hijo del hombre en una nube“. Ciertamente serán juzgados cuantos son, fueron y serán.
Dice el Apóstol en II Cor 5, 10: “Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada quien reciba lo que es debido a su cuerpo, según el bien o el mal que haya hecho“.

Según dice San Gregorio, hay una cuádruple diferencia entre los que son juzgados. Desde luego, o son buenos o son malos.

Pero entre los malos, algunos, que serán condenados, no serán juzgados, como los que han rechazado la Fe: sus acciones no serán examinadas, porque, según Juan 3, 18: “el que no cree ya está juzgado“.

Otros, ciertamente, serán condenados y juzgados, como los fieles que mueren en pecado mortal. Dice el Apóstol en Rom ó, 23: “El salario del pecado es la muerte”.

Estos, en efecto, no serán excluidos del juicio, a causa de la fe que tuvieron.

En cuanto a los buenos, algunos, que serán salvos, no serán juzgados: serán los pobres de espíritu por (amor a) Dios; más bien ellos juzgarán a otros. Mt 19, 28: “Vosotros que me habéis seguido en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel“: lo cual no se entiende sólo de los discípulos, sino también de todos los pobres.

De otra manera San Pablo, que trabajó más que los otros, no sería del número de ellos. Por lo cual debe entenderse también de cuantos siguieron a los Apóstoles y de los varones apostólicos. Por lo cual dice el Apóstol en I Cor 6, 3: “¿Acaso no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?”.
Isaías 3, 14: “El Señor vendrá al juicio con los ancianos y los jefes de su pueblo”.

Otros, empero, que mueren en la justicia, serán salvos pero serán juzgados. En efecto, aunque murieron justificados, sin embargo en algo faltaron en sus ocupaciones temporales, por lo cual serán juzgados pero se salvarán.

Los hombres serán juzgados por todas sus acciones, buenas y malas.
Eclesiastés 11,9: “Sigue los impulsos de tu corazón… pero a sabiendas de que por todo ello te hará venir Dios a juicio“.
 Eclesiastés 12, 14: “Todo cuanto se hace Dios lo llevará a juicio, por cualquier falta, sea bueno o sea malo”. Aun por las palabras ociosas.
Mt 12, 36: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio”. De los pensamientos:
Sab I, 9: “Los pensamientos del impío serán examinados“.

FUENTE:

Santo Tomás de Aquino: Credo Comentado.



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