La grandeza de los elementos del Rosario consiste no sólo en lo dicho, no sólo en el recuerdo de sus grandes misterios en sus tres series referentes á Jesucristo y á María, no sólo en la alteza de las tres grandes oraciones, Pater noster, Ave María y Gloria Patri, no sólo en su alteza, digamos así mas en su profundidad y anchura.
Que es como proponernos estos problemas: En las frases divinamente inspiradas de esas oraciones, habrá intención y virtud bastante para reunir y compendiar todos los géneros de afectos y alabanzas del Salterio y de todo el Antiguo Testamento, del Evangelio y de todo el Testamento Nuevo; podrá decirse que en esas frases, á más del espíritu de alabanza, se alienta el de penitencia y aun provechosísimo ascetismo; podrá decirse que el Rosario es como un Breviario para uso del pueblo cristiano y como el compendio del gran libro que recita la Iglesia universal como que sí. Vamos no sólo á demostrarlo sino aun á hacerlo admirar.
El temor santo, el amor hermoso, la fe en el gran Dios y en su Salvador, la santa esperanza, la alabanza y el homenaje á la Majestad del gran Rey y Padre de los humanos y de todo lo criado, el Salvador, el Cristo, el Mesías, el Ungido, la mujer, la mujer fuerte, la Madre de Aquél que vencería á la serpiente, la Reina, la Madre del Rey, la Hija del gran Rey, toda gloria á la Santísima Trinidad: ese es el resumen, el fin, el medio, el principio, el todo del Antiguo Testamento así como del Nuevo, el Alfa y el Omega de todas las letras de esa doble revelación del gran Rey de la eternidad en su sabiduría y amor al hombre, pues bien: todo esto resumen y formulan esas tres frases del Padre nuestro, el Ave María y la doxología Gloria Patri.
Si es en el Antiguo Testamento y principalmente en los Salmos, todas las alabanzas á ese Dios, que en el principio crió el cielo y la tierra, á ese Dios á quien Isaías glorifica como Señor de los Ejércitos, y Moisés como Triunfador Caudillo, y David como Dios de los dioses, como el Señor, el Rey y Dios de nuestro corazón, todas esas alabanzas resúmense, amplíanse y resuélvense en esta frase que dice más que todas aquellas: Padre nuestro, santificado sea tu nombre, fin de todas las cosas, derecho supremo del criador de todas ellas, razón de toda teología, de toda acción de criatura: la Gloria de Dios es sobre todo.
Al criarnos Dios, ¿qué móvil podía tener más razonable que su propia gloria, que la manifestación de su bondad santísima? ¿Qué alabanza puede, por tanto, ser más propia de la criatura á su criador, que esa de invocarle, invocarle como Padre y no pedirle por principio sino la gloria del invocado?
Si el rey profeta se extasiaba cuando decía, refiriéndose á la denominación de Señor y Rey nuestro que á Dios es debida: "Señor, Señor Dios nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la redondez de la tierra".
Con cuánta mayor razón no lo habría hecho al saber que el Salvador nos enseñó á exclamar: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Tu nombre, el de Padre del hombre, á causa de que Jesucristo, como hijo verdadero del hombre, es decir, de la siempre Virgen María, se ha hecho hermano nuestro y por ende ha hecho que Dios sea nuestro Padre.
Mas, una sóla cosa es necesaria, una sobre todas: amar al sumo Bien, amar á Dios. Esta es la justicia, esta es la dicha, esto inculcó Moisés, esto cantó David con entusiasmo, esto enaltecieron con profecía insigne los profetas: Bien, Israel, ;qué otra cosa quiere de tí el Señor Dios tuyo, sino que le ames con todo tu corazón y con toda tu alma?
Y David: Inmaculada es la ley del Señor dichosos los que en sus pasos cumpliendo esa ley, no se apartan de tal camino.
E Isaías: "Esto dice el Señor cesad de obrar mal, haced lo que es ben, obrad lo que es justo.
Y todos los profetas no darán anuncios sino en pro de la ley del Señor, que es el bien y que es la dicha.
Mas, nuestro Salvador, Hijo de Dios vivo, lo dirá mejor en esta sola frase: "Padre nuestro hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo"
Es, pues, indudable y muy hermoso, que en la invocación y peticiones primeras del Padre nuestro, se resumen, formulan y mejoran las de los Salmos, de los profetas y de todo el Antiguo Testamento.
Las alabanzas y deprecaciones á la Madre, del Salvador de Israel, se resumen no menos, se formulan y mejoran en la segunda parte de la gran oración cristiana, es decir, en el Ave María.,
En Moisés, en David, en los profetas, en los inspirados historiadores del Antiguo Testamento, grandes son los encomios á la Madre futura prefigurada del Salvador:
En Moisés: ella quebrantará la cabeza de la serpiente, será la Madre de la vida, será la fecunda, la hermosa.
En Samuel: será la adolorida, la Madre del Hijo milagroso.
En David: será la codiciada del Rey por su decoro y modestia.
En Salomón: la toda bella, la única, la escogida entre millares
En los profetas: será lá Virgen Madre y siempre Virgen, que concibe y páre á Emmanuel, Dios con nosotros.
En los Historiadores santos: será Esther la salvadora de su pueblo, será Judith la gloria de Jerusalem.
Mas en las palabras del Angel y de Isabel, María Madre de Jesús es la llena de gracia, la Madre de Dios, la suprema criatura, la obra maestra de todos los siglos ¿A quién antes que á ella, y á quién después que á ella pudo y podrá decirse : Santa María, Madre de Dios, llena de gracia, Dios está así contigo como tu hijo verdadero, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte?
Toda la ley de Dios, toda justicia y santidad nuestra, hágase tu voluntad, oh Señor, toda la gloria de Dios santificado sea tu nombre, todo el bien nuestro, venga á nos tu reino, toda la virtud nuestra perdonamos á nuestros deudores, todo el santo temor nuestro, no nos dejes caer en tentación, todos los bienes de vida y bien nuestro, el pan nuestro de cada día dánosle hoy, están contenidos en preciosa fórmula en esa gran oración, y más de lo que en ella se contiene no hay en el Antiguo Testamento. así del Ave María. En tratándose de la mujer, de la gran mujer, de la Madre del Salvador, predicha o prefigurada, toda la grandeza de ella, llena de gracia, todo el respeto de los mismos ángeles hacia ella.
Ave llena de gracia, el Señor es contigo (el arcángel calla el nombre de ella al saludarla, mudo en eso por sumo respeto, como enmudece para nombrar á Dios. Toda la superioridad de esa mujer sobre todos.
Bendita eres entre las mujeres, toda la excelencia de la madre, Madre de Dios, el ser Dios ese hijo bendito el fruto ele tu vientre, Jesús. Todo eso está contenido en preciosa fórmula en el Ave María, y más de lo que en ella se contiene no hay en el Antiguo Testamento, en el cual admirablemente se habló de una mirra y de un cinamomo que habrían de esparcir olor suavísimo en los tiempos de la ley de gracia, que no es otro que el buen olor de sus inmensas virtudes y singularísima gloria. Pero no sólo así: el Padre nuestro, el Ave María y el Gloria Patri, son la flor del Nuevo Testamento, así como el resumen del Antiguo.
Por lo que hace al Padre nuestro, esa perfectísima oración, como la llama el Angel de las escuelas, contiene, como él explica, todo cuanto debe desearse y el orden en que debe implorarse, de modo que esta oración no sólo nos enseña á pedir sino á desear; qué es lo deseable para nosotros. Nuestro fin, que es Dios, y esto de dos maneras:
Mas á este fin conducen dos medios, uno directo y de suyo propio, haciendo lo que nos merezca la dicha eterna, la voluntad de Dios, formulada en esta petición: hágase tu voluntad, otro, como un auxilio para poner ese medio, la fuerza para conformarnos á esa voluntad. esa fuerza la pedimos así: el pan nuestro de cada día dánosle hoy, que se refiere á la santa eucaristía y á todo sustento de cuerpo y alma.
A esto se agregan tres peticiones más, para la remoción de tres obstáculos que impiden el fin: el pecado, y á esto viene el pedir perdónanos nuestras deudas, la tentación, y á esto no nos dejes caer, en tentación. La penalidad presente, y á esto líbranos de todo mal.
De otra manera no menos admirable se resume el Evangelio en la gran oración dominical, adaptándose á los siete dones del Espíritu Santo y á las bienaventuranzas.
oh Padre, en la palabra Nuestro está la profesión de fe y amor á la Iglesia y á la asociación comunión de los Santos, que se determina con las palabras tu reino.
La fe y el deseo de la gracia en las palabras hágase tu voluntad, y el más perfecto acto de caridad hacia Dios, que se extiende luego al prójimo, en las palabras perdonamos á nuestros deudores.
Perdónanos, expresión de penitencia, perdonamos, amor á los enemigos.
No nos dejes caer en tentación: otra vez la necesidad de la gracia. Es, pues, el Padre nuestro, según los mejores intérpretes, oración á las tres divinas personas. Por eso aun cuando el nombre de Jesucristo no suena en ella, se deja entender.
Por eso el complemento de esa gran oración es el Ave María, que también viene á ser como oración á Jesucristo bendito el fruto de tu vientre, Jesús Santa María, Madre de Dios.
Esta sola observación basta para que se comprenda cuánta es la grandeza y magnificencia del Ave María complemento de una y otra es el Gloria Patri, porque es la Santísima Trinidad la que se ha invocado en esas dos oraciones y ese Santificado sea tu nombre se refiere al nombre del criador, del Redentor, del Santificador, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como el medio admirable del que se valió esa Santa Trinidad, y medio de que sigue valiéndose para la gran obra de su amor es la Santísima Virgen María, de ahí el que el Ave María sea dignísimo reclamo de la oración dominical y que sea también medio para toda consumación de alabanza á Dios, cual es esta: Gloria á la Santísima Trinidad, Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Decirse puede y con razón, que la oración dominical es un breviario del Evangelio, y así lo llaman Tertuliano y San Cipriano, como nota Alapide (Lib. de Orat) : Evangelii breviatiuni y también que ese breviario se integra con el Ave María y el Gloria Patri, como antes observamos, y se integra, como es menos de observarse, buscando el alcance de significación de cada una de las palabras de esas frases. Si es en el Ave María, en ese ave tenemos la salutación por la encarnación del divino Verbo, por el nacimiento del Dios niño, por la exaltación en cruz del dolorido verbo, por la resurrección del Verbo glorioso:
¡Ave! Y te saludamos, á tí que concibes, á tí que alumbras, á tí que acompañas en su pasión, á tí que acompañas en su triunfo al divino verbo, el Señor es contigo, contigo en su gracia y en su gloria para con nosotros.
Bendito el fruto de tu vientre, bendito al sér concebido en tí, al nacer de tí, al entrar contigo á Jerusalem como víctima, al ser exaltado en cruz, al resucitar, al ascender á los cielos.
Santa María, madre eres de Dios, y por ende y con gran verdad,, madre de su Evangelio,madre de su gran obra de salvación, de reparación y de glorificación, ruega por nosotros pecadores.
Si Jesucristo es el Redentor de los pecadores, tú eres el medio de esa redención entre nosotros y Jesucristo.
Por fin, en ese Ave María, hay una potente práctica de penitencia y de ascetismo de gran provecho para todos: ruega por nosotros pecadores: la confesión de nuestros pecados ante la inmaculada Madre del cordero que quita los pecados del mundo, y la meditación de la muerte, el memorare novísima tua, con la invocación preventiva de la que es Refugio de los pecadores.
Es, pues, el Rosario, no sólo poderoso para que pequemos, por cuanto insiste con tal repetición en recordarnos el día de nuestra muerte, sino aun para hacernos santos, por cuanto sobre la base de ese santo temor, levanta la edificación del más bello y santo de los amores, el amor de Jesucristo hecho hombre por nosotros, muerto en cruz por nosotros, resucitado y ascendido para aplicarnos su redención, santificarnos y elevarnos á su gloria, ahora sea el temor de la muerte, ahora el amor delas bondades de nuestro Dios, ahora el recuerdo de los gozos, de los dolores de las glorias de nuestro Jesús y de su santa Madre, exclamaremos siempre: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, terminación que cumple al fiel creyente del verdadero Dios, terminación igual á aquella con que Jesucristo cierra su gran carrera de luz del mundo, antes de volver á los cielos de donde descendió revelación plenísima de la excelsa Trinidad divina: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mat. XXVIII-19)
Tanto así se contiene en las frases de esas tres pequeñas oraciones de que consta el santísimo Rosario
El temor santo, el amor hermoso, la fe en el gran Dios y en su Salvador, la santa esperanza, la alabanza y el homenaje á la Majestad del gran Rey y Padre de los humanos y de todo lo criado, el Salvador, el Cristo, el Mesías, el Ungido, la mujer, la mujer fuerte, la Madre de Aquél que vencería á la serpiente, la Reina, la Madre del Rey, la Hija del gran Rey, toda gloria á la Santísima Trinidad: ese es el resumen, el fin, el medio, el principio, el todo del Antiguo Testamento así como del Nuevo, el Alfa y el Omega de todas las letras de esa doble revelación del gran Rey de la eternidad en su sabiduría y amor al hombre, pues bien: todo esto resumen y formulan esas tres frases del Padre nuestro, el Ave María y la doxología Gloria Patri.
Si es en el Antiguo Testamento y principalmente en los Salmos, todas las alabanzas á ese Dios, que en el principio crió el cielo y la tierra, á ese Dios á quien Isaías glorifica como Señor de los Ejércitos, y Moisés como Triunfador Caudillo, y David como Dios de los dioses, como el Señor, el Rey y Dios de nuestro corazón, todas esas alabanzas resúmense, amplíanse y resuélvense en esta frase que dice más que todas aquellas: Padre nuestro, santificado sea tu nombre, fin de todas las cosas, derecho supremo del criador de todas ellas, razón de toda teología, de toda acción de criatura: la Gloria de Dios es sobre todo.
Al criarnos Dios, ¿qué móvil podía tener más razonable que su propia gloria, que la manifestación de su bondad santísima? ¿Qué alabanza puede, por tanto, ser más propia de la criatura á su criador, que esa de invocarle, invocarle como Padre y no pedirle por principio sino la gloria del invocado?
Si el rey profeta se extasiaba cuando decía, refiriéndose á la denominación de Señor y Rey nuestro que á Dios es debida: "Señor, Señor Dios nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la redondez de la tierra".
Con cuánta mayor razón no lo habría hecho al saber que el Salvador nos enseñó á exclamar: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Tu nombre, el de Padre del hombre, á causa de que Jesucristo, como hijo verdadero del hombre, es decir, de la siempre Virgen María, se ha hecho hermano nuestro y por ende ha hecho que Dios sea nuestro Padre.
Mas, una sóla cosa es necesaria, una sobre todas: amar al sumo Bien, amar á Dios. Esta es la justicia, esta es la dicha, esto inculcó Moisés, esto cantó David con entusiasmo, esto enaltecieron con profecía insigne los profetas: Bien, Israel, ;qué otra cosa quiere de tí el Señor Dios tuyo, sino que le ames con todo tu corazón y con toda tu alma?
Y David: Inmaculada es la ley del Señor dichosos los que en sus pasos cumpliendo esa ley, no se apartan de tal camino.
E Isaías: "Esto dice el Señor cesad de obrar mal, haced lo que es ben, obrad lo que es justo.
Y todos los profetas no darán anuncios sino en pro de la ley del Señor, que es el bien y que es la dicha.
Mas, nuestro Salvador, Hijo de Dios vivo, lo dirá mejor en esta sola frase: "Padre nuestro hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo"
Es, pues, indudable y muy hermoso, que en la invocación y peticiones primeras del Padre nuestro, se resumen, formulan y mejoran las de los Salmos, de los profetas y de todo el Antiguo Testamento.
En Moisés, en David, en los profetas, en los inspirados historiadores del Antiguo Testamento, grandes son los encomios á la Madre futura prefigurada del Salvador:
En Moisés: ella quebrantará la cabeza de la serpiente, será la Madre de la vida, será la fecunda, la hermosa.
En Samuel: será la adolorida, la Madre del Hijo milagroso.
En David: será la codiciada del Rey por su decoro y modestia.
En Salomón: la toda bella, la única, la escogida entre millares
En los profetas: será lá Virgen Madre y siempre Virgen, que concibe y páre á Emmanuel, Dios con nosotros.
En los Historiadores santos: será Esther la salvadora de su pueblo, será Judith la gloria de Jerusalem.
Mas en las palabras del Angel y de Isabel, María Madre de Jesús es la llena de gracia, la Madre de Dios, la suprema criatura, la obra maestra de todos los siglos ¿A quién antes que á ella, y á quién después que á ella pudo y podrá decirse : Santa María, Madre de Dios, llena de gracia, Dios está así contigo como tu hijo verdadero, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte?
Toda la ley de Dios, toda justicia y santidad nuestra, hágase tu voluntad, oh Señor, toda la gloria de Dios santificado sea tu nombre, todo el bien nuestro, venga á nos tu reino, toda la virtud nuestra perdonamos á nuestros deudores, todo el santo temor nuestro, no nos dejes caer en tentación, todos los bienes de vida y bien nuestro, el pan nuestro de cada día dánosle hoy, están contenidos en preciosa fórmula en esa gran oración, y más de lo que en ella se contiene no hay en el Antiguo Testamento. así del Ave María. En tratándose de la mujer, de la gran mujer, de la Madre del Salvador, predicha o prefigurada, toda la grandeza de ella, llena de gracia, todo el respeto de los mismos ángeles hacia ella.
Ave llena de gracia, el Señor es contigo (el arcángel calla el nombre de ella al saludarla, mudo en eso por sumo respeto, como enmudece para nombrar á Dios. Toda la superioridad de esa mujer sobre todos.
Bendita eres entre las mujeres, toda la excelencia de la madre, Madre de Dios, el ser Dios ese hijo bendito el fruto ele tu vientre, Jesús. Todo eso está contenido en preciosa fórmula en el Ave María, y más de lo que en ella se contiene no hay en el Antiguo Testamento, en el cual admirablemente se habló de una mirra y de un cinamomo que habrían de esparcir olor suavísimo en los tiempos de la ley de gracia, que no es otro que el buen olor de sus inmensas virtudes y singularísima gloria. Pero no sólo así: el Padre nuestro, el Ave María y el Gloria Patri, son la flor del Nuevo Testamento, así como el resumen del Antiguo.
Por lo que hace al Padre nuestro, esa perfectísima oración, como la llama el Angel de las escuelas, contiene, como él explica, todo cuanto debe desearse y el orden en que debe implorarse, de modo que esta oración no sólo nos enseña á pedir sino á desear; qué es lo deseable para nosotros. Nuestro fin, que es Dios, y esto de dos maneras:
- primero, en cuanto su gloria es sobre todo.
- Segundo, en cuanto queremos gozar de ella y á estos dos deseos corresponde el exclamar: Santificado sea tu nombré, y después: venga á nosotros tu reino.
Mas á este fin conducen dos medios, uno directo y de suyo propio, haciendo lo que nos merezca la dicha eterna, la voluntad de Dios, formulada en esta petición: hágase tu voluntad, otro, como un auxilio para poner ese medio, la fuerza para conformarnos á esa voluntad. esa fuerza la pedimos así: el pan nuestro de cada día dánosle hoy, que se refiere á la santa eucaristía y á todo sustento de cuerpo y alma.
A esto se agregan tres peticiones más, para la remoción de tres obstáculos que impiden el fin: el pecado, y á esto viene el pedir perdónanos nuestras deudas, la tentación, y á esto no nos dejes caer, en tentación. La penalidad presente, y á esto líbranos de todo mal.
De otra manera no menos admirable se resume el Evangelio en la gran oración dominical, adaptándose á los siete dones del Espíritu Santo y á las bienaventuranzas.
San Agustín, citado por Santo Tomás, lo observa así admirablemente: 1e Sermone 1omini inmonte, diciendo: Si es el temor de Dios, por el que son bienaventurados los pobres de espíritu, pidamos que sea santificado el nombre de Dios en los hombres por su temor santo, si es la piedad, por la que son bienaventurados los mansos, pidamos que venga á nosotros su reino, á fin de que nos amansemos y no le resistamosSi es la ciencia por la que son bienaventurados los que lloran, oremos que se haga su voluntad y entonces no lloraremos. Si es la fortaleza por la que son bienaventurados los que tienen hambre, oremos que nos dé el pan nuestro de cada día. Si es el consejo por el que son bienaventurados los misericordiosos, perdonemos las deudas, para que se nos perdonen las nuestras.Si es el entendimiento por el que son bienaventurados los limpios,de corazón, oremos á fin de no tener dos corazones, para seguir las cosas temporales,que son para nosotros causas de tentación.Si es la sabiduría por la que son bienaventurados los pacíficos, porque se llaman hijos de Dios, oremos que se nos libre de mal, pues la misma liberación nos hará libres hijos de Dios.También de esta otra manerá: En la palabra Padre está implícita la profesión de fe y amor al criador, al Redentor y al Santificador, por el cual, como dice San Pablo (Rom.III 3", recibiendo el espíritu de adopción de hijos, en él clamamos:
oh Padre, en la palabra Nuestro está la profesión de fe y amor á la Iglesia y á la asociación comunión de los Santos, que se determina con las palabras tu reino.
La fe y el deseo de la gracia en las palabras hágase tu voluntad, y el más perfecto acto de caridad hacia Dios, que se extiende luego al prójimo, en las palabras perdonamos á nuestros deudores.
Perdónanos, expresión de penitencia, perdonamos, amor á los enemigos.
No nos dejes caer en tentación: otra vez la necesidad de la gracia. Es, pues, el Padre nuestro, según los mejores intérpretes, oración á las tres divinas personas. Por eso aun cuando el nombre de Jesucristo no suena en ella, se deja entender.
Por eso el complemento de esa gran oración es el Ave María, que también viene á ser como oración á Jesucristo bendito el fruto de tu vientre, Jesús Santa María, Madre de Dios.
Esta sola observación basta para que se comprenda cuánta es la grandeza y magnificencia del Ave María complemento de una y otra es el Gloria Patri, porque es la Santísima Trinidad la que se ha invocado en esas dos oraciones y ese Santificado sea tu nombre se refiere al nombre del criador, del Redentor, del Santificador, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como el medio admirable del que se valió esa Santa Trinidad, y medio de que sigue valiéndose para la gran obra de su amor es la Santísima Virgen María, de ahí el que el Ave María sea dignísimo reclamo de la oración dominical y que sea también medio para toda consumación de alabanza á Dios, cual es esta: Gloria á la Santísima Trinidad, Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Decirse puede y con razón, que la oración dominical es un breviario del Evangelio, y así lo llaman Tertuliano y San Cipriano, como nota Alapide (Lib. de Orat) : Evangelii breviatiuni y también que ese breviario se integra con el Ave María y el Gloria Patri, como antes observamos, y se integra, como es menos de observarse, buscando el alcance de significación de cada una de las palabras de esas frases. Si es en el Ave María, en ese ave tenemos la salutación por la encarnación del divino Verbo, por el nacimiento del Dios niño, por la exaltación en cruz del dolorido verbo, por la resurrección del Verbo glorioso:
¡Ave! Y te saludamos, á tí que concibes, á tí que alumbras, á tí que acompañas en su pasión, á tí que acompañas en su triunfo al divino verbo, el Señor es contigo, contigo en su gracia y en su gloria para con nosotros.
Bendito el fruto de tu vientre, bendito al sér concebido en tí, al nacer de tí, al entrar contigo á Jerusalem como víctima, al ser exaltado en cruz, al resucitar, al ascender á los cielos.
Santa María, madre eres de Dios, y por ende y con gran verdad,, madre de su Evangelio,madre de su gran obra de salvación, de reparación y de glorificación, ruega por nosotros pecadores.
Si Jesucristo es el Redentor de los pecadores, tú eres el medio de esa redención entre nosotros y Jesucristo.
Por fin, en ese Ave María, hay una potente práctica de penitencia y de ascetismo de gran provecho para todos: ruega por nosotros pecadores: la confesión de nuestros pecados ante la inmaculada Madre del cordero que quita los pecados del mundo, y la meditación de la muerte, el memorare novísima tua, con la invocación preventiva de la que es Refugio de los pecadores.
Tanto así se contiene en las frases de esas tres pequeñas oraciones de que consta el santísimo Rosario