I. Jesucristo, espirando en la Cruz, acababa de consumar el sacrificio de justicia y de caridad que el Divino Cordero ofreció por nosotros sobre aquel Altar de su misericordia; uno de los soldados que estaban en el Calvario tomó una lanza e hiriendo el Sagrado costado de Jesucristo le abrió e hizo salir de él agua y sangre, símbolo, según San Agustín, de los Sacramentos que purifican y alimentan.
Así, en esta agua purísima está figurado el Sacramento del Bautismo, fuente de regeneración y de vida por la cual somos regenerados a la gracia. Mas ¿de dónde viene a esta agua la admirable virtud de purificar las almas del pecado original en los niños y de él y de todos los pecados actuales en los adultos que reciben este Sacramento? ¿De dónde se deriva tan grande eficacia en este elemento?
El abad Ruperto responde: “se deriva de la Sangre Preciosísima de Jesucristo; por la unión y mezcla del agua con la Sangre del Redentor, el agua ha adquirido una virtud tan eficaz y maravillosa.”
De donde resulta que todos los efectos que el Bautismo produce en el alma traen su origen de esta Sangre Preciosísima; por ella somos regenerados a la gracia; por ella hemos venido a ser hijos de Dios por adopción, hermanos de Jesucristo, herederos del paraíso. ¡Oh misterios sublimes de la bondad inefable de Jesucristo! ¡Oh poder inefable de esta Sangre!
II. Pero ¿cómo hemos mantenido esta vida de gracia que se nos dio en el Bautismo? ¿Cómo hemos conservado esta inocencia del Bautismo con que nuestra alma ha sido embellecida por la virtud de la Sangre de Jesucristo? ¡Ay! a los primeros albores de la razón, ¿no hemos perdido la hermosa vestidura de la inocencia del Bautismo? ¿No hemos manchado esta alma lavada en la Sangre del Divino Cordero? ¿No podemos decir llorando con San Agustín, «dónde y cuándo he sido inocente»?
Hemos sido hechos hijos de Dios por el Bautismo, y después de tan gran favor, dejamos de obrar según el espíritu de Dios; hijos somos de la luz, y nuestras obras son obras de tinieblas; hemos sido elevados a la herencia celestial, y nosotros nos hemos hecho esclavos de Lucifer.
Así, en esta agua purísima está figurado el Sacramento del Bautismo, fuente de regeneración y de vida por la cual somos regenerados a la gracia. Mas ¿de dónde viene a esta agua la admirable virtud de purificar las almas del pecado original en los niños y de él y de todos los pecados actuales en los adultos que reciben este Sacramento? ¿De dónde se deriva tan grande eficacia en este elemento?
El abad Ruperto responde: “se deriva de la Sangre Preciosísima de Jesucristo; por la unión y mezcla del agua con la Sangre del Redentor, el agua ha adquirido una virtud tan eficaz y maravillosa.”
De donde resulta que todos los efectos que el Bautismo produce en el alma traen su origen de esta Sangre Preciosísima; por ella somos regenerados a la gracia; por ella hemos venido a ser hijos de Dios por adopción, hermanos de Jesucristo, herederos del paraíso. ¡Oh misterios sublimes de la bondad inefable de Jesucristo! ¡Oh poder inefable de esta Sangre!
II. Pero ¿cómo hemos mantenido esta vida de gracia que se nos dio en el Bautismo? ¿Cómo hemos conservado esta inocencia del Bautismo con que nuestra alma ha sido embellecida por la virtud de la Sangre de Jesucristo? ¡Ay! a los primeros albores de la razón, ¿no hemos perdido la hermosa vestidura de la inocencia del Bautismo? ¿No hemos manchado esta alma lavada en la Sangre del Divino Cordero? ¿No podemos decir llorando con San Agustín, «dónde y cuándo he sido inocente»?
Hemos sido hechos hijos de Dios por el Bautismo, y después de tan gran favor, dejamos de obrar según el espíritu de Dios; hijos somos de la luz, y nuestras obras son obras de tinieblas; hemos sido elevados a la herencia celestial, y nosotros nos hemos hecho esclavos de Lucifer.
“Reconoce, pues, oh cristiano, exclamaré con el grande Pontífice San León, reconoce tu dignidad, y después de haber sido hecho participante de la naturaleza divina por el Bautismo, no seas tan vil que vayas a tomar de nuevo ese yugo infernal, del que te ha libertado la Sangre de Jesucristo:” Agnosce, o christiane, dignitaten tuam et divinae consors factus naturae noli in veterem vilitatem degeneri conversatione transire.
Somos hijos de Dios; pues sean dictadas nuestras obras por el espíritu de Dios: Hi sunt fili Dei, qui spiritu Dei aguntur. Hermanos de Jesucristo y herederos del cielo, no apeguemos a la tierra nuestro corazón: Agnosce, o christiane, dignitatem tuam.
COLOQUIO
¡Qué acción de gracias podrá rendiros mi alma, oh Jesús amabilísimo, por haberme hecho nacer en el gremio de la Santa Iglesia y admitirme a las fuentes sagradas del Bautismo! ¿No pudiera haber nacido entre las tinieblas de la idolatría y de la infidelidad? Y no obstante, Vos me habéis hecho nacer entre católicos, me habéis purificado en el Bautismo y hecho participante de vuestra Sangre.
Por esto me confundo, viendo que no he correspondido a vuestro amor y cuánto ha degenerado mi vida del carácter de cristiano que imprimisteis en mi alma; yo la he desfigurado, la he envilecido con mis malas obras.
Dios mío purificad de nuevo mi alma, y si de vuestro costado abierto corre unida a vuestra Preciosísima Sangre esa agua que me purificó en el Bautismo, hoy uno yo otra agua a vuestra Sangre vivificante; y esta agua no es otra que el agua de mis lágrimas que vierte un corazón contrito; y estas lágrimas, unidas a vuestra Preciosísima Sangre, forman un baño saludable de penitencia para lavar de nuevo el alma de las manchas contraídas después del Bautismo.
EJEMPLO
La vestidura blanca que servía para revestir a los neófitos luego que habían recibido el Sacramento de Bautismo, es el lienzo o capillo blanco que se pone sobre los niños después de bautizados; y el símbolo de la limpieza y pureza que el alma adquiere por la Sangre de Jesucristo en este Sacramento, pureza que debemos conservar sin mancha a fin de presentarnos puros y limpios delante del tribunal de Jesucristo después de nuestra muerte. Por esto Santa Marta enseñó esta blanca vestidura a un apóstata, a fin de que reconociese el beneficio recibido en el Bautismo por medio de la Sangre inocente del Cordero inmaculado y volviese de nuevo a la fe que había abandonado.
JACULATORIA
Eterno Padre, os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de la Iglesia.
INDULGENCIA
COLOQUIO
¡Qué acción de gracias podrá rendiros mi alma, oh Jesús amabilísimo, por haberme hecho nacer en el gremio de la Santa Iglesia y admitirme a las fuentes sagradas del Bautismo! ¿No pudiera haber nacido entre las tinieblas de la idolatría y de la infidelidad? Y no obstante, Vos me habéis hecho nacer entre católicos, me habéis purificado en el Bautismo y hecho participante de vuestra Sangre.
Por esto me confundo, viendo que no he correspondido a vuestro amor y cuánto ha degenerado mi vida del carácter de cristiano que imprimisteis en mi alma; yo la he desfigurado, la he envilecido con mis malas obras.
Dios mío purificad de nuevo mi alma, y si de vuestro costado abierto corre unida a vuestra Preciosísima Sangre esa agua que me purificó en el Bautismo, hoy uno yo otra agua a vuestra Sangre vivificante; y esta agua no es otra que el agua de mis lágrimas que vierte un corazón contrito; y estas lágrimas, unidas a vuestra Preciosísima Sangre, forman un baño saludable de penitencia para lavar de nuevo el alma de las manchas contraídas después del Bautismo.
EJEMPLO
La vestidura blanca que servía para revestir a los neófitos luego que habían recibido el Sacramento de Bautismo, es el lienzo o capillo blanco que se pone sobre los niños después de bautizados; y el símbolo de la limpieza y pureza que el alma adquiere por la Sangre de Jesucristo en este Sacramento, pureza que debemos conservar sin mancha a fin de presentarnos puros y limpios delante del tribunal de Jesucristo después de nuestra muerte. Por esto Santa Marta enseñó esta blanca vestidura a un apóstata, a fin de que reconociese el beneficio recibido en el Bautismo por medio de la Sangre inocente del Cordero inmaculado y volviese de nuevo a la fe que había abandonado.
JACULATORIA
Eterno Padre, os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de la Iglesia.
INDULGENCIA