La piedad con los difuntos es uno de los primeros sentimientos del corazón humano.
Cuando se está persuadido de que el alma vive después de la destrucción del cuerpo, dice un profundo escritor, cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre el estado en que ésta se halle después de la muerte, no hay cosa más natural que hacer votos y oraciones para proporcionar felicidad a las almas de nuestros parientes y amigos.
Aquellos mismos que por sus principios parecen más prevenidos contra tal uso, muchas veces confiesan sinceramente no poderse detener en aquellos graves momentos, de hacer votos secretos, que la misma naturaleza arranca de sus pechos, por aquellas personas con quienes estaban estrechamente unidos con dulces y caros vínculos.
Señal evidente de que este es un sentimiento grabado por el dedo de Dios en el corazón de los hombres; he aquí por qué se encuentra en todo lugar y en todos los pueblos del mundo.
Pero las tradiciones más veneradas y más puras de la piedad con los difuntos se hallan en los pueblos que adoran al Dios vivo. Porque la verdadera Religión trató siempre de acercar las almas de los que finaron, a la Fuente de toda felicidad, que es Dios; para hacerlas bienaventuradas en Él y por Él. De lo cual provino, el que por medio de oraciones y sacrificios, procurasen hacer propicio al Todo-Poderoso para con aquellas, y con obras expiatorias tratasen de hacerlas dignas ante su Divina Presencia. – Y efectivamente, estos son los dos modos empleados en la Santa Iglesia para socorrer a los difuntos: Hacer propicio al Señor con las almas, y hacer las almas dignas de Él; lográndolo por la oración y el sacrificio, y por las obras expiatorias en favor de las Animas Benditas.
EXISTENCIA DEL PURGATORIO
Es un artículo de fe, que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Divina Justicia por los pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación, que llamamos Purgatorio.
Así lo enseña la Santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unanimente los Santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín y tantos otros; así lo han definido los Sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo.
Y, aunque la Iglesia no lo enseñase así; ¿no lo insinúa bastante la razón natural? Supongamos que un alma sale de este mundo, con alguna culpa venial, ¿qué hará Dios? ¿la lanzará al infierno? Y siendo su hija y esposa amadísima, la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad Divina.
¿La introducirá en el Cielo? Esto se opone igualmente a la Santidad y Pureza infinita del Criador; pues solo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón está limpio, subirá al monte del Señor (Salmo 23) Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo (Apoc 21) ¿Qué hará, pues Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: La pondré como en un crisol(Malach 3,3) esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde saldrá hasta que haya satisfecho a la Justicia Divina. ¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es y será así. Negar el Purgatorio; tan solo dudar advertidamente de su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tu esta verdad, y con tanta indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio y con tus culpas amontonas tanta leña para arder en tan terrible fuego? Es, también, un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a las aquellas almas afligidisimas. Si; en virtud de la comunión de los santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militan en la tierra, y las almas que sufren en el purgatorio.
En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad y mérito nuestro, bajar al Purgatorio con nuestros sufragios; y a imitación de Jesucristo después de su muerte, librar aquellas almas y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella Patria felicísima. Oh admirable disposición de la Sabiduría Divina! ¡Oh qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de su Misericordia infinita.
Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz pues, amado cristiano, con fervor, algún sufragio en cada día de este mes consagrado a las Ánimas; ¿Quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus parientes, o amigos ya difuntos? ¿Y será tan duro e insensible, que les niegues un pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer tan gran favor, y a tan poca costa?
Práctica sencilla para cada día
Pueden rezarse cinco Padre nuestros, Ave Marías y Requiem aeternam dona eis, Domine; et lux perpetua luceat eis: en memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; suplicando al Eterno Padre que se apiade de las Benditas almas por la sangre que derramó su Divino Hijo, diciendo cinco veces la siguiente
JACULATORIA
¡Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia!
Padre nuestro etc.
También añádase un Padre nuestro por los Propagadores de esta Devoción
Tiene concedidas trescientos días de indulgencia por cada vez; y confesando y comulgando, si se hace todo el mes, indulgencia plenaria. (Pio VII, 7 de Febrero 1817)
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Dios estima mucho el que hagamos
sufragios por las Benditas Animas del
Purgatorio
Entre las muchas apariciones que confirman el dogma del Purgatorio, y los aceptos que son a Dios los sufragios por los difuntos, es muy notable la que tuvo el caudillo ilustre de los ejércitos de Dios, Judas Macabeo. Había este piadoso general derrotado a Gorgias, mas no sin pérdida de varios soldados suyos, que murieron en la batalla; y conociendo por las alhajas que se les encontraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en castigo de un robo que habían hecho en la ciudad de Jamnia, exhortó al ejército a que rogasen por aquellos infelices. Hizo una cuestación, y reuniendo doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se ofreciesen sacrificios en sufragios de aquellas pobres almas. Conducta admirable que el Espíritu Santo alabó con aquellas memorables palabras: Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos, para que se les perdone el reato de sus pecados (2º de los Macab. 12-46) Conducta que le alcanzó de Dios una insgine victoria, pues habiendo sucedido a Gorigas el soberbio Nicanor con crecidisimo ejército y gran número de caballos y elefantes, la víspera, cansado Judas de combinar el plan de batalla, y de hacer preparativos para ella, se quedó dormido; cuando he aquí que se le aparecen el profeta Jeremóas, y Onías el Sumo Sacerdote: ya difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le dicen: Recibe esta espada santa, como una dádiva que Dios te envía; con ella abatirás a los enemigos de mi pueblo Israel. Animado con esta visión, y armado con esta espada divina, embistió con pequeño ejército al enemigo y mató a treinta y cinco mil de los cuales fue uno el mismo Nicanor.
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Obras de gran alivio para las Benditas
Animas del Purgatorio, y de mucho
mérito para nosotros.
1º Hacer todos los años la Novena, o mes de Noviembre: consagrarles el Lunes de cada semana
2º Celebrar misas o mandarlas celebrar y oirlas
3º Comulgar con fervor, ya espiritual, ya sacramentalmente, sobre todo los Lunes
4º Visitar el Santísimo Sacramento o a la Virgen en sus Santuarios.
5º Hacer un rato de oración mental, considerando con especialidad la PAsión de Nuestro Señor Jesucristo
6º Andar al Via Crucis y llevar al cuello algún Escapulario
7º Rezar el Santo Rosario, la Corona de los Dolores, los Salmos Penitenciales, cinco Padre nuestros a las cinco llagas de J.C.N.S. y otras oraciones vocales.
8º Sufrir con resiganción las penas, humillaciones, dolores y trabajos de esta vida.
9º Practicar alguna mortificación corporal y refrenar los cinco sentidos
10º Hacer limosnas y otras piadosas obras de Misericordia
11º Olivdar las injurias y perdonar a los enemigos por amor de Dios
12º Ganar indulgencias: aprender la Doctrina Cristiana.