La Comunión de los Santos y las almas del purgatorio

Meditaciones con Antonio Cardenal Bacci (1881-1971)

La Comunión de los Santos es una de las Doctrinas más consoladoras de nuestra religión.
Este Dogma nos asegura que la Iglesia Militante, Sufriente y Triunfante, es una sola familia, cuyos miembros están unidos por los lazos de la caridad divina.
Así como los Santos en el Cielo aman y oran por nosotros y por las Almas del Purgatorio, así las almas que sufren, aman e interceden por nosotros y por eso, nosotros también debemos amar y orar por ellas.

Esta es una triple armonía de amor y oración, un himno que se eleva al trono de Dios, desde nuestro lugar de peregrinación, desde la región de la expiación, donde las almas separadas arden en el deseo de unirse a su Creador y desde los Coros alegres del Cielo. El resultado es el derramamiento de la gracia divina sobre nosotros mismos y sobre las Almas del Purgatorio.

La consoladora Doctrina de la Comunión de los Santos, es el fundamento de la devoción hacia los fieles difuntos.
La Iglesia universal, tanto en la tierra, en el Purgatorio como en el Cielo, constituye el Cuerpo Místico de Cristo, que es canal de la vida Divina de Jesús. Esta vida no se extingue por la muerte sino sólo por el pecado mortal, que nos vuelve como ramas muertas separadas de la vid que es Cristo.

Las almas de aquellos que nos pertenecen y que han muerto en estado de gracia, por tanto, son miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo. Ahora bien, los distintos miembros del cuerpo humano, no poseen vida separada sino que están todos coordinados y dirigidos al bien de todo el cuerpo.

De la misma manera, todos los miembros del Cuerpo Místico, ya sean exiliados en la tierra, almas sufrientes en el Purgatorio o bienaventurados en el Cielo, deben ayudarse unos a otros para promover el bienestar del conjunto.

Los bienaventurados en el Cielo y los fieles difuntos ciertamente hacen esto y nosotros debemos hacer lo mismo. Debemos preservar un vínculo de amor y oración entre nosotros y nuestros seres queridos, que han partido de esta vida antes que nosotros

Recordemos, sin embargo, que esto será imposible si caemos en pecado mortal y así extinguimos en nosotros mismos la vida Divina que nos llega a través del Cuerpo Místico de Cristo. En tan desgraciado acontecimiento, nos habremos convertido en sarmientos separados de la vid, sin vida y podridos.

Ya no podremos reclamar la hermandad con los bienaventurados del Cielo, ni con las Santas Almas del Purgatorio. ¡No seremos más que madera seca, destinada a alimentar las llamas eternas del infierno!

Antonio Cardenal Bacci