Más sobre los sufrimientos del Purgatorio


Además del dolor físico que hemos considerado en la meditación anterior, las almas del Purgatorio sufren un tormento mucho mayor, que los teólogos llaman "el dolor de la pérdida". San Juan Crisóstomo escribe que el dolor de la pérdida, que es el anhelo insatisfecho de unirse al Bien Supremo, es un tormento mucho más agonizante que las llamas de cien infiernos. Esto se debe a que las almas en el Purgatorio, habiendo sido liberadas del encierro corporal que les impedía ver las Verdades Eternas en toda su claridad, ahora experimentan una necesidad incesante e irresistible de unirse a Dios.

Sin embargo, conscientes de su propia imperfección, sufren una terrible angustia por su incapacidad de satisfacer este deseo ardiente. Aman a Dios con un amor inmenso y anhelan disfrutar de su íntima amistad, pero se dan cuenta de que serán rechazados por su justicia divina mientras no hayan expiado perfectamente sus faltas.

Si queremos tener una vaga idea de la cruel agonía de este deseo insatisfecho, recordemos la aguda angustia que experimentaban los santos cada vez que recordaban los pecados que habían cometido antes de su conversión. Derramaron lágrimas de arrepentimiento ante el Crucifijo y se infligieron terribles penitencias en reparación por sus fechorías.

¿Qué estamos haciendo para evitar ofender a Dios y lavar nuestras transgresiones pasadas? Recordemos que la justicia divina debe ser satisfecha, ya sea en esta vida o en la próxima. Si no logramos satisfacer ahora, lo haremos con mucho mayor sufrimiento en el Purgatorio, donde ya no tendremos el beneficio de los Sacramentos ni de las Indulgencias.

Es bien conocida la visión del Purgatorio concedida a santa Francisco de Roma. Vio el Purgatorio dividido en tres secciones separadas.

(1) La primera era la parte más alejada del Cielo y lindante, por así decirlo, con el Infierno. En él sufrían terribles tormentos dos clases de personas: los laicos que habían cometido pecados graves y posponían su conversión hasta el momento de la muerte; y – hombres y mujeres que habían dedicado su vida a Dios pero a causa de pecados veniales, negligencia en el deber, tibieza y falta de gratitud por sus grandes vocaciones, tenían una pesada deuda que pagar a la Justicia Divina.

(2) El segundo lugar, fue el más concurrido. Aquí, el dolor físico era todavía inimaginablemente severo, mientras que el deseo de ser purificado y estar con Dios era la causa de una intensa angustia espiritual. Las almas de esta región, sin embargo, no sólo se resignaron a su suerte sino que incluso anhelaban mayores sufrimientos que finalmente lavaran las imperfecciones que las mantenían alejadas de Dios.

(3) La Tercera sección era la más cercana al Cielo y era la morada de las almas más puras y perfectas. Éstos no tuvieron que soportar mucho dolor sensible pero su anhelo de Dios era tan insistente que, cada momento de separación, parecía una eternidad

Si muriera ahora, ¿en qué región del Purgatorio sería probable que me confinaran? No tengo forma de saberlo, pero hay algo que sí sé con certeza. Sé que debo evitar la más mínima ofensa a Dios, que debo expiar mis pecados pasados con la oración y la penitencia y que debo orar por las almas que sufren en el Purgatorio, porque ésta es una Obra de Misericordia que agrada mucho a Dios.

Antonio Cardenal Bacci