Cómo podemos ayudar a los fieles difuntos

Tenemos la obligación natural de ayudar a los fieles difuntos, porque son nuestros semejantes. ¿Somos capaces de observar a otro ser humano en agonía, sin sentir lástima por él? Además, si hay alguna forma en la que podamos ayudarlo, ¿no deberíamos hacerlo? Las Almas Santas están en agonía, sin embargo, están ardiendo en el amor de Dios, pero no pueden unirse a Él.

Tenemos un medio para ayudarlos a través de nuestras oraciones y buenas obras. 
Hay una obligación adicional sobre nosotros, que surge de nuestra religión. Han sido redimidos, como nosotros, por la Sangre de Cristo y Dios nos ha dicho que algún día se nos mostrará a nosotros el mismo grado de misericordia que nosotros hemos mostrado a los demás. 

Llegará el momento en que nosotros también nos encontraremos en el Purgatorio y necesitaremos oración. Si recordamos a los muertos ahora, algún día ellos estarán en condiciones de hacer lo mismo por nosotros.
 Bienaventurados los misericordiosos, dice Jesús, porque ellos alcanzarán misericordia.

Cuando comparezcamos ante el tribunal de Dios para dar cuenta de la forma en que hemos gastado nuestras vidas, Él contará como hecho para Sí mismo todo lo que hayamos hecho a los pobres, hambrientos y mal vestidos. 

Sólo si hemos sido misericordiosos con ellos, Él nos recibirá en el Reino de los Cielos. De lo contrario, nos enviará lejos, malditos, por toda la eternidad. 

Ahora las Almas del Purgatorio son más desafortunadas que aquellas que son pobres, hambrientas y sin hogar en este mundo. Tienen hambre de Dios, están llenos de pesar por los pecados que han cometido y languidecen lejos del hogar eterno al que pertenecen.

Finalmente, tenemos el deber en justicia de ayudar a sus almas. Algunos de ellos son nuestros padres, hermanos, hermanas, amigos y benefactores. ¡Quizás ahora están sufriendo porque nos amaban demasiado, porque deseaban ganar dinero para nosotros o porque fueron descarriados por nuestro mal ejemplo! 
Por tanto, no es sólo la caridad sino la justicia lo que nos obliga a orar por ellos

Hay muchas maneras en que podemos ayudar a los fieles difuntos.

(a) Podemos ayudarlos mediante la oración. Esta es la forma más sencilla y posible para todos. Cuando rezamos por nuestros muertos, nos sentimos cerca de ellos y somos consolados en nuestro dolor. Además, podemos estar seguros de que ganaremos mucho a cambio, porque las oraciones que ofrecen en nuestro favor son muy agradables a Dios.

(b) Podemos ofrecer la Santa Misa por ellos. Cuando hacemos esto, no somos sólo nosotros quienes oramos, sino que Jesús se une a nosotros y se ofrece como víctima de reparación en nombre de las almas que sufren. La Misa tiene un valor infinito y una sola Misa sería suficiente para vaciar el Purgatorio. Pero la aplicación de sus infinitos méritos es siempre limitada, de acuerdo con los designios ocultos de Dios. Sin embargo, estoy seguro de que no existe un medio más eficaz para ayudar a los fieles difuntos.

(c) Podemos ofrecer nuestras buenas obras en su nombre. Toda buena acción tiene poder para satisfacer a Dios por algunas de las deudas que nosotros u otros hemos contraído respecto a Él. Entre las buenas obras que podemos ofrecer a las almas del Purgatorio, se encuentran la Sagrada Comunión, las mortificaciones voluntarias, la aceptación mansa de los dolores inevitables de la vida, los actos de paciencia y de compasión, las obras de misericordia espirituales y corporales, las Indulgencias y la limosna.

En resumen, tenemos innumerables medios a nuestra disposición para ayudar a liberar a las Santas Almas y establecerlas, sin demora, como nuestras intercesoras en el Cielo. Estas buenas obras son ventajosas para nosotros y para ellos. 

En la Sagrada Comunión, nos acercamos a Dios; mediante la limosna, nos desapegamos más de las posesiones mundanas y, mediante la penitencia y la mortificación, refrenamos nuestros apetitos y pasiones descarriados. 

Al mismo tiempo, sabemos que estamos ayudando a aquellos por quienes ofrecemos los méritos de nuestras obras, porque les estamos permitiendo purificarse lo antes posible de sus imperfecciones y así entrar en la alegría infinita de la Visión Beatífica de Dios Todopoderoso

Antonio Cardenal Bacci