Julio, mes de la Preciosísima Sangre de Cristo- Día 26

Derramamiento de la Sangre Preciosísima de Jesucristo en la coronación de espinas

ALABANZAS A LA SANGRE DE CRISTO

Jesús, autor de nuestra salvación. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que diste tu Sangre en precio de nuestro rescate.¡Bendita es tú Sangre preciosa !
Jesús, cuya Sangre nos reconcilia con Dios.¡Bendita es tú Sangre Preciosa !
Jesús, que con tu Sangre nos purificas a todo. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que con tu Sangre limpias culpas. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, por cuya Sangre tenemos acceso a Dios.¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos das tú Espíritu cuando bebemos tú Sangre. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, con cuya Sangre pregustamos las delicias del cielo. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que con tú Sangre fortaleces nuestra debilidad. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos das tú Sangre en la Eucaristía. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, cuya Sangre es prenda del banquete eterno. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos vistes con tú Sangre como traje del Reino. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, cuya Sangre proclama nuestro valor ante Dios. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Oración.
Jesús, Salvador nuestro, presenta al Padre Tú Sangre que, en virtud de Espíritu Santo, derramaste por nuestro amor. Purificados de nuestros pecados en el baño de esa sangre sagrada, esperamos alcanzar por ella la gracia de las gracias: nuestra salvación eterna. Así sea.
Autor: Padre Pedro García, Claretiano
I. No satisfechos los verdugos con haber cruelmente azotado al divino Redentor, hallaron medio de atormentarle allí donde no habían podido alcanzar sus varas
, e impulsados por la barbarie más feroz, formaron una corona de agudas espinas; la hicieron entrar en su cabeza con tanta fuerza, que con los tormentos más inauditos llegó hasta sus sienes e hizo saltar de ellas Sangre. Ved aquí lo que han producido los pensamientos depravados de los hombres; el pecador jamás se harta; si no puede pecar por sus obras, entonces con el pensamiento y el deseo bebe como agua la iniquidad. Amable Redentor mío, 
Vos que teníais presente en vuestro espíritu todos los pecados del mundo, los presentes, los pasados y los futuros: «la voz de mis iniquidades ha alejado mi salud;» percibíais entonces el número y la enormidad de los pecados que se cometen con el pensamiento, veíais cómo el espíritu soberbio se embriaga en sus grandezas ambiciosas y cómo de un corazón depravado salen los odiosos pensamientos que manchan el espíritu. 
Todos los miembros, pues, de vuestro cuerpo estaban afligidos por el tormento de los azotes que sufríais entonces, y de ese modo dabais satisfacción a la Justicia divina por los pecados cometidos por obra. Sola la cabeza estaba exenta de los golpes, y ahora permitís que sea traspasada con las espinas más agudas, y con la Sangre Preciosa que corre por vuestro rostro adorable laváis las iniquidades de nuestro espíritu. ¡Oh inmenso amor que os ha hecho sufrir tantos tormentos por nuestros pecados!

II. Venid, almas devotas de la Sangre Preciosa de Jesús; venid a ver al pacífico Salomón coronado por su madre, es decir, por la pérfida sinagoga y la nación hebrea, de donde traía su origen según la carne, coronado, digo, de ignominia y de dolores; ved cómo desde su sagrada cabeza corre la Sangre por todas partes. ¿Cómo nuestro corazón puede sufrir semejante vista de Jesucristo así traspasado y ensangrentado? Sabed, sin embargo, que esta corona de desprecio y dolor la ha llevado con gozo y alegría por amor de la Iglesia su Esposa. 
Porque en este mismo día, muriendo por Ella, consumó con Ella y selló con su Sangre la alianza eterna y la unión indisoluble que contaría con Él en la muerte. Venid, pues, a contemplar el maravilloso espectáculo de un rey pacífico, y considerad los misterios de su caridad; abandonemos, pues, el reino de la muerte y la casa del pecado; humillemos nuestro orgullo, libremos nuestro espíritu de los malos pensamientos, y regocijémonos, si alguna vez podemos participar de sus humillaciones. 
Aprendamos de su ejemplo a renunciar al mundo, a detestar de espíritu y corazón todas sus vanidades, sus costumbres, sus máximas tan opuestas a la humillación de Jesús; y pues que Él fue aborrecido del mundo, sea nuestra gloria y nuestro consuelo sufrir las contradicciones y los desprecios de los insensatos amigos del mundo.
COLOQUIO
Jesús pacientísimo, ¿qué parte de vuestro cuerpo estuvo exenta de dolores y tormentos? Sólo la cabeza se había librado de los azotes; más ahora ya la veo taladrada; ya veo la Sangre que brotan fuentes tan numerosas como las puntas de esas agudas espinas de que está traspasada. 

La maldición de la tierra, condenada a no producir más que espinas y abrojos, fue la pena impuesta al orgullo de Adán que tenía la pretensión de ser semejante a Vos. Más esta pena sois Vos quien ahora la sufre y vuestra cabeza sagrada quien está agobiada con ella a fin de salir al encuentro de mis malos pensamientos. 

Mi corazón, lo confieso con el profeta Joel, mi corazón es un valle de espinas y abrojos; los malos pensamientos le despedazan continuamente y le hieren y golpean de mil maneras. ¡Dios mío! haced que esas espinas que traspasan vuestra frente, empapadas en Sangre divina, hagan caer gota a gota sobre mi cabeza un precioso licor que la purifique de todo pensamiento vicioso; que esas espinas traspasen y desgarren mi corazón, y que en esta situación comprenda que bajo una cabeza coronada de espinas no debe haber miembro alguno delicado: sub capiti espinoso non decet membrum esse delicatum.
EJEMPLO
La bienaventurada Santa Rita de Casia, del orden de San Agustín, muy devota de la Pasión de Jesucristo, maceraba continuamente su cuerpo con vigilias, ayunos, cilicios y particularmente con las espinas que tenía cuidado de poner entre su túnica. Desde media noche hasta la salida del sol se entregaba a la contemplación de Jesús crucificado.

 Un día que lo efectuó con más atención que nunca, postrada a los pies del Crucifijo, permitió Dios que una espina de la corona de Jesús viniese a herir su frente, de lo cual la resultó una llaga indeleble que, como un favor indecible, conservó hasta la muerte. Solamente el año Santo, como desease ir a Roma con las demás religiosas para conseguir las santas indulgencias, se cerró; pero apenas regresó a su monasterio se abrió de nuevo, y no volvió a cerrarse durante el resto de su vida.

 La santa miraba como el colmo de toda dicha el poder participar de una de las heridas causadas por las espinas que hicieron derramar tanta Sangre a su amable Salvador.
JACULATORIA
Padre Eterno os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de vuestra Iglesia.
INDULGENCIA
El Soberano Pontífice Pío VII concedió cien días de Indulgencia por cada vez que se diga la anterior jaculatoria. Así consta del rescripto que se conserva en los archivos de los Padres Pasionistas de Roma.