ALABANZAS A LA SANGRE DE CRISTO
Jesús, autor de nuestra salvación. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que diste tu Sangre en precio de nuestro rescate.¡Bendita es tú Sangre preciosa !
Jesús, cuya Sangre nos reconcilia con Dios.¡Bendita es tú Sangre Preciosa !
Jesús, que con tu Sangre nos purificas a todo. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que con tu Sangre limpias culpas. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, por cuya Sangre tenemos acceso a Dios.¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos das tú Espíritu cuando bebemos tú Sangre. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, con cuya Sangre pregustamos las delicias del cielo. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que con tú Sangre fortaleces nuestra debilidad. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos das tú Sangre en la Eucaristía. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, cuya Sangre es prenda del banquete eterno. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, que nos vistes con tú Sangre como traje del Reino. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Jesús, cuya Sangre proclama nuestro valor ante Dios. ¡Bendita es tú Sangre Preciosa!
Oración.
Jesús, Salvador nuestro, presenta al Padre Tú Sangre que, en virtud de Espíritu Santo, derramaste por nuestro amor. Purificados de nuestros pecados en el baño de esa sangre sagrada, esperamos alcanzar por ella la gracia de las gracias: nuestra salvación eterna. Así sea.
Autor: Padre Pedro García, Claretiano
I. Estando Jesucristo muerto en la Cruz, un soldado abrió su costado con una aguda lanza, e hizo nacer de allí una nueva fuente de Sangre que brotó, al mismo tiempo que el agua, de su Corazón entreabierto. «Fue herido, dice San Bernardo, por aquella lanza cruel de barbarie y de furor, porque primero había sido herido con la lanza del amor:» Vulneratus lancea furoris, qui prius vulneratus fuit lancea amoris. Ved aquí la Sangre nueva que aumenta nuestra esperanza. Su Corazón se abre como una arca de refugio para los justos y para los pecadores; todos son convidados a ella: «Ven, paloma mía, en las hendiduras de la piedra», dice al alma justa, a quien invita como a paloma amada a retirarse a las hendiduras y concavidades de la piedra que son sus llagas sagradas y particularmente la de su Corazón.
Llama a los pecadores a esta piedra de refugio, petra refugium herinacis, para hallar en ella el perdón del castigo merecido y lavarse de sus manchas.
¡Oh amor sin límites el de Jesús; pero amor al que el hombre corresponde tan mal!
Ved aquí, decía Jesús, que yo os doy mi Sangre, a fin de que vosotros me deis una gota de la de vuestro corazón; esto es, una lagrima, un acto de dolor de haberme ofendido. Esta es una manera fácil de volver sangre por sangre.
Para compensar un mar de sangre, basta una gota de nuestras lágrimas, y he aquí lo que tan a menudo se le rehúsa. Es muy corto el número, por no decir ninguno, de los que se arrepienten, en lo íntimo de su corazón, de las graves ofensas hechas a la soberana Majestad. De este modo se renueva cada día lo que el Señor declaró a la bienaventurada Ángela de Foligno. «Hay muchos todavía, le dijo, que no cesan de quebrantar mis huesos y de verter la Sangre de mis venas.» Y ¿no deberá decirse, con San Buenaventura: «Oh Jesús mío, es necesario tener un corazón más duro que la piedra para no ablandarse con vuestra Sangre?»
II. Considera además, alma mía, los profundos misterios que encierra esta herida de amor y la Sangre preciosa que de ella mana. De una costilla de nuestro primer padre Adán formó Dios a Eva nuestra madre; y del costado abierto de Jesús fue formada su querida Esposa la Iglesia, «que quiso adquirir con su propia Sangre:» Quam acquisivit Sanguine suo.
En el arca, Noé se libró de las aguas devastadoras del Diluvio Universal; y en esta arca misteriosa de su costado abierto, Jesús da asilo a las almas para librarlas de la espada vengadora de la justicia divina irritada contra los hombres.
Además, otro misterio se manifiesta también en esta Llaga Sagrada y en esta Sangre. Aquella piedra de Oreb, herida por la mano de Moisés en el desierto por mandato de Dios, y de la que brotaron aguas puras para apagar la sed del pueblo israelita, no significa otra cosa según el Apóstol que el corazón de Jesús abierto y herido, fuente eterna de misericordia y de gracia: Bibebant omnes de spiritali, consequente eos petra; petra autem erat Christus.
He aquí la fuente de donde mana esa Sangre cuya abundancia es más que suficiente para apagar la sed de todas las almas: Umbra erat aqua de petra, quasi sanguis ex Christo, qui fugientes populos sequebantur ut biberent et non sitirent, redimerentur et non perirent.
COLOQUIO
¡Oh Llaga de amor! ¡Oh Sangre adorable de vida eterna! Yo he hallado, diré, oh Jesús mío, con vuestro devoto siervo San Bernardo, yo he hallado el más tierno de los corazones abierto y herido por mí, el Corazón del padre más amante, el Corazón del pastor más vigilante, del amigo más fiel, del hermano más tierno que puede desearse.
Permitidme, pues, aproximarme a vuestro Corazón Dulcísimo, para purificarme con esa Sangre benéfica que de Él sale; permitidme entrar en esa arca de refugio para librarme del naufragio que me acarrearían mis culpas; y ¡ojalá que en esa Sangre de amor que, derramáis de vuestro Corazón, se extingan las flechas abrasadoras que la divina justicia está pronta a descargar contra un pecador como yo!
Ahí es donde quiero ocultarme, ahí quiero vivir, ahí quiero morir, en la más viva confianza de que no tendréis corazón para separarme de vuestro costado y arrojarme a los ardores del infierno.
EJEMPLO
Muy joven aún, Santa Lugarda vivía en un monasterio de benedictinas cuando nuestro común enemigo la tendió por medio de algunos jóvenes un lazo peligroso.
Habiéndose acercado al monasterio tuvieron con ella tales conversaciones que su corazón poco firme aun en la virtud, se dejó ganar de un sentimiento de afecto a quien le había expresado su ternura y amor; pero un día, que se entretenía en tan peligrosos pensamientos, se sintió sorprendida de un secreto horror, y vio que se le aparecía Cristo que, mostrándole su costado abierto, le mandó arrojar las seducciones de aquel loco amor y volver su corazón hacia su llaga.
«Aquí, le dijo, hallarás las verdaderas delicias que te colmaran de consolaciones infinitas.»
Estas palabras obraron en Lugarda un cambio total, y desde entonces, dándose toda a su Señor, no buscó en adelante otra cosa que amarle y agradarle.
JACULATORIA
Padre Eterno os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de vuestra Iglesia.
INDULGENCIA
El Soberano Pontífice Pío VII concedió cien días de Indulgencia por cada vez que se diga la anterior jaculatoria. Así consta en el rescripto que se conserva en los archivos de los Padres Pasionistas de Roma.