Escatología- Cielo

Cielo. Profetización - Existencia

-Como recompensa fue ya insinuado antes de los Profetas
-Fue profetizada en el A. T.
-Existe el Cielo


-El cielo, como recompensa reservada a los justos después de la muerte, fue ya insinuado en el Antiguo Testamento antes de los profetas.
Yahvéh se le apareció aquella noche y dijo: «yo soy el Dios de tu Padre Abraham. No temas, porque estoy contigo. Te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham, mi siervo» (Gén. 26, 23-24).
-El cielo, como recompensa reservada a los justos después de la muerte, fue profetizada claramente en el Antiguo Testamento, por los profetas.
Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentado los mentados los primeros ni vendrán a la memoria; antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear (Is. 65, 17-18).
En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo (Dan. 2, 44).
Los que han de recibir el reino de los santos del Altísimo, que poseerán el reino eternamente por los siglos de los siglos (Dan. 7, 18).
Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dado al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán (Dan. 7, 27).
-Existe el cielo.
Cielo es el bien perfecto que sacia plenamente (Sto. Tomás).
La reunión de todos os bienes en estado perfecto y acabado. (Boecio).

Ninguna otra verdad se repite tanto en la Sda. Escritura como la existencia del cielo.
Padre nuestro que estás en los cielos... (Mt. 6, 9).
No despreciéis a uno de estos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre que están en los cielos (Mt. 18, 10).
E irán los justos a un vida eterna (Mt. 25, 46).
Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc. 23, 43).
Yo soy el pan vivo bajado del cielo (In. 6, 51).
Pues sabemos que, si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace, tenemos de Dios una sólida casa, no hecha por mano de hombres, eterna en los cielos (2 Cor. 5, 1).

72. Cielo. Esencia

-La operación propia del entendimiento de los bienaventurados es la contemplación de la verdad
-La visión beatífica es una intuición de la esencia divina
-Dios concede el «Lumen gloriae» al entendimiento de los bienaventurados para que puedan contemplarle tal cual es
-Los bienaventurados gozan de un conocimiento inmediato de la esencia divina
-Ven a Dios tal cual es
-Ven la esencia, los atributos, las relaciones y las perfecciones de Dios
-La bienaventuranza objetiva consiste solamente en Dios


-La operación propia del entendimiento de los bienaventurados en el cielo es la contemplación de la verdad.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt. 5, 8).
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocido (1 Cor. 13, 12).
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2)
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-La visión beatífica es una intuición pura y simple de la esencia divina.
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocido (1 Cor. 13, 12).
Aclaración. La contemplación es la intuición pura y simple de una verdad. Excluye todo razonamiento o discurso del entendimiento. La visión beatífca es una contemplación sobrenatural, una intuición simple de la VERDAD, tal y como es en sí misma, sin intermedio de criatura alguna. Es un éxtasis eterno que sumerge a la criatura en una felicidad indescriptible de la que ahora no tenemos más que una idea muy obscura. Ocupa el grado último y más elevado de la escalada contemplativa.

-Dios concede el «Lumen gloriae» al entendimiento creado en la bienaventuranza eterna, y así lo eleva, fortalece, capacita y dispone para que pueda contemplarle tal cual es.
El «Lumen gloriae» es un hábito intelectual operativo, a modo de fuerza creada, para ser infundido en el entendimiento creado y disponerlo así para la unión inteligible con la misma esencia divina y hacerlos capaz de realizar el acto de la visión beatífica.

La existencia del «Lumen gloriae» no consta directamente en la Sagrada Escritura, pero se deduce con bastante claridad de los textos siguientes:
Yahvéh, mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? (Sal. 27, 1).
...en ti está la fuente de la vida, y en tu luz veremos la luz (Sal. 36, 10).
...anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman (1 Cor. 2, 9).
...el Señor de los Señores, el único que posees Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver (1 Tim. 6, 16).
Por tanto, el hombre no puede ver a Dios como es en sí mismo, por su sola capacidad natural.
Pero, Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2).
Por tanto, hay que admitir un principio o fuerza intelectual que eleve y capacite el entendimiento creado para que pueda ver a Dios tal y como es. Este principio es el «Lumen gloria»
Ya no habrá noche: no tiene necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos (Apoc. 22, 5).

-Los bienaventurados del cielo gozan de un conocimiento inmediato de la esencia divina.
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1 Cor. 13, 12).
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2).
-Los bienaventurados del cielo ven a Dios presente, tal y como Él es en sí mismo.
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocido (1 Cor. 13, 12).
Sabemos que, cuando se manifieste. Seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2).
-Los bienaventurados ven la esencia, los atributos, las relaciones y todas las perfecciones que existen en Dios.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2).
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1 Cor. 13, 12).
Aclaración. La esencia, los atributos, las relaciones y todas las perfecciones se identifican entre sí. Por tanto, los que ven a Dios como es en sí, ven también todas perfecciones que existen en Él.

-La bienaventuranza objetiva del hombre consiste solamente en Dios.
Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo (Jn. 17, 3).
73. Cielo. Morada

-De Dios, de Cristo, de los Ángeles y de los bienaventurados

-El cielo es morada de Dios, de Cristo glorificado, de los Ángeles y de los bienaventurados.
a) -Morada de Dios.
Mira; A Yahvéh tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos,... (Deut. 10, 14).
Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido! (1 Reg. 8, 27).
Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerle? (2 Cron. 2, 5).
Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido! (2 Cron. 6, 18).
Aquel que se sienta en los cielos se sonríe,... (Sal. 2, 4).
Yahvéh en su Templo santo, Yahvéh su trono está en los cielos;... (Sal. 11, 4).
Se asoma Yahvéh desde los cielos hacia los hijos de Adán,... (Sal. 14, 2).
Clamé a Yahvéh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo,... (Sal. 18, 7).
Respondióles: «Soy hebreo y temo a Yahvéh, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra» (Jon. 1, 9).
...teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos... (Ef. 6, 9).
Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo (Col. 4, 1).
Los supervivientes, presa de espanto, dieron gloria al Dios del cielo (Apoc. 11, 13).

b) -Morada de Cristo glorificado.
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios (Mc. 16, 19).
...a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal,... (Hch. 3, 21).
...tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,... (Hebr. 8, 1).
...la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos (Ef. 1, 20).
...Jesucristo, que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios,... (1 Pe. 3, 22).
c) -Morada de los ángeles.
Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor (Tob. 12, 15).
...yo os digo que sus ángeles en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt. 18, 10).
Pues en la resurrección, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo (Mt. 22, 30).
Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo,... (Mt. 24, 36).
Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos (Mc. 12, 25).
Pero aun cuando nosotros mismo o un ángel del cielo os anunciará un evangelio distinto... (Gál. 1, 8).
...delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios (Apoc. 4, 5).
Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios;... (Apoc. 8, 2).
d) -Morada de los bienaventurados.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos,... (Mt. 5, 12).
Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también su corazón (Mt. 6, 20).
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo (Lc. 6, 23).
Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro que no os fallará en los cielos, donde no llega el ladrón, ni roe la polilla;... (Lc. 12, 33).
...tenemos una casa que es de Dios: una habitación eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos (2 Cor. 5, 1).
...y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús,... (Ef. 2, 6).
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como también vencí y me senté con mi Padre en su trono (Apoc. 3, 21).
Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero,... (Apoc. 7, 9).
74. Cielo. Felicidad de los bienaventurados

-Todos los bienes de que disfrutan consisten en la posesión de Dios y derivan de Él
-Son inmunes de todo mal y gozan de todo bien
-Están siempre inundados de un gran gozo
-Este gozo llena totalmente las profundidades del alma
-La esencia metafísica se salva con el acto del entendimiento pero la física incluye también el gozo y el amor beatífica


-Todos los bienes de que disfrutan los bienaventurados del cielo consisten en la posesión de Dios y derivan de Él.
Los justos, en cambio, viven eternamente; en el Señor está su recompensa, y su cuidado en el Altísimo. Recibirán por eso de mano del Señor la corona real del honor y la diadema de la hermosura; pues con su diestra les protegerá y les escudará con su brazo (Sab. 5, 15-16).

-Los bienaventurados del cielo son inmunes de todo mal y gozan de todos bien.
a) -Inmunes de todo mal.
Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida (Apoc. 7, 16-17).
Y enjugara toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Apoc. 21, 4).
b) -Gozan de todo bien.
Y mi alma exultara en Yahvéh, en su salvación se gozará (Sal. 35, 9).
Se sacian de la grasas de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas;... (Sal. 36, 9).
Que yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen (Sal. 17, 15).
...anunciamos: los que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman (1 Cor. 2, 9).
-Los bienaventurados del cielo estarán siempre inundados de un gran gozo.
Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear (Is. 65, 17-18).
Díjole su Señor: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; has sido fiel en lo poco, te pondré por eso al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu Señor» (Mt. 25, 21).
Aclaración. Este «gozo» es el propio del banquete celestial. «Te pondré al frente de lo mucho» designa la participación activa en el Reino de Jesucristo.

-El gozo producido por la posesión y la visión de Dios en el cielo llena totalmente las profundidades del alma y sacia plenamente las aspiraciones del corazón de los bienaventurados.
Que yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen (Sal. 17, 15).
Entra en el gozo de tu Señor (Mt. 25, 21).
También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría (Jn. 16, 22).
Aclaración. Este gozo que allí se experimenta es una hartura siempre nueva, porque su novedad no cesa.

-La esencia metafísica de la bienaventuranza eterna se salva solamente con el acto del entendimiento -visión de la esencia divina-, pero su esencia física e integral incluye además el gozo y el amor beatíficos.

a) -La visión.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt. 5, 8).
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn. 17, 3).
b) -El gozo.
«...entra en el gozo de tu señor» (Mt. 25, 21).
Os he dicho esto para que mi gozo esté con vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn. 15, 11).
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn. 16, 20).
c) -El amor.
La caridad no acaba nunca (1 Cor. 13, 8).
Aclaración. La verdad infinita -Dios- se presenta al entendimiento creado como un bien infinito, que induce a la voluntad al amor que sacia plenamente la capacidad afectiva del espíritu creado. De ambos, -verdad y amor- se sigue un gozo y una fruición inmensos.

75. Cielo. Excelencia de los bienes eternos

-La vida eterna es mucho más excelente que la vida temporal
-Los bienes de este mundo valen muy poco comparados con el calor de los eternos
-Los bienes espirituales superan en mucho a los bienes temporales
-La grandeza de los bienes eternos exceden a la capacidad del entendimiento humano
-La caridad permanecerá inextinguible en los bienaventurados


-La vida eterna es mucho más excelente que la vida temporal.

A estos doce envió Jesús, después de haberles dado estas instrucciones: «...Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma;... (Mt. 10, 28).
«...El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt. 10, 39).
Decía a todos: «...Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida, por mí, ése la salvará (Lc. 9, 24).
...se puso -Jesús- a decir a sus discípulos: «...Os digo a vosotros, amigos míos. No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quien debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí os repito: temed a ése (Lc. 12, 4-5).
Jesús les respondió; «...El que ama su vida, la pierde; el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna (Jn. 12, 25).
-Los bienes de este mundo valen muy poco en comparación con el valor y la grandeza de los bienes eternos.
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? (Mt. 16, 26).
Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mc. 8, 36).
Pues ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lc. 9, 25).
-Los bienes espirituales y eternos dispuestos por Dios para premiar a sus hijos, constituyen un valor que supera a los bienes temporales, en mucho por sí mismos e infinitamente por su duración.
Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben...» (Mt. 6, 19).
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura (Mt. 6, 33).
Llamando a la gente y a la vez que a sus discípulos, les dijo: «...Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?...» (Mc. 8, 36).
Dijo a sus discípulos: «...porque la vida vale más que el alimento,...» (Lc. 12, 23).
Aclaración. Vida, se interpreta la eterna.
«Tesoros en la tierra», «esas cosas», «el mundo entero», «el alimento» expresan los bienes materiales y temporales de este mundo.
«Tesoros en el cielo», «el Reino de Dios y justicia», «La vida», expresan los bienes espirituales y eternos que Dios dispone para sus hijos.
-La grandeza y excelencia de los bienes eternos exceden a la capacidad del entendimiento humano.
Trabajosamente conjeturamos los que hay sobre la tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, entonces, ha podido rastrear lo que está en los cielos? (Sab. 9, 16).
Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestro (Is. 55, 9).
Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿Cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? (Jn. 3, 12).
...anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman (1 Cor. 2, 9).
-La caridad permanecerá inextinguible en el corazón de todos los bienaventurados.
La caridad no acaba nunca (1 Cor. 13, 8).
76. Cielo. Manifestación de su gloria

-Adán vio la esencia divina
-Dios ha manifestado su gloria a los hombres algunas veces

-Adán vio la divina esencia cuando estuvo en un profundo sueño.
No es verdad deducida claramente del texto sagrado, sino una simple suposición, sin apenas fundamento.Entonces Yahvéh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió (Gén. 2, 21).
-Dios ha manifestado algunas veces la gloria del cielo a los hombres.
Y dije: «¡...al rey Yahvéh han visto mis ojos!» (Is. 6, 5).
Respondió Jesús: «...Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró» (Jn. 8, 56)

 No podían creer, porque también había dicho Isaías: Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con el corazón, ni se conviertan, ni yo los sane. Isaías dijo esto cuando vio su gloria y habló de él (Jn. 12, 39-40).

Aclaración: «Gloria» en el lenguaje bíblico es la irradiación esplendorosa del ser divino, la fulguración de sus perfecciones y la manifestación sensible de su presencia.

77. Cielo. Qué conocen y qué desconocen

-Con el «Lumen gloriae» conocen los decretos libres de Dios relativos a Él mismo
-Los decretos libres relativos a sí mismos y todo lo que se refiere a ellos
-Los actos libres de la voluntad divina
-Conocerán después del Juicio final todas las cosas que Dios conoce por la ciencia de la visión
-No conocen los decretos libres de Dios relativos a las criaturas
-Ni determinadas circunstancias de los misterios de la fe
-No ejercitarán la virtud de la esperanza


-Los bienaventurados del cielo, con la posesión del «Lumen gloriae» pueden conocer y conocen los decretos libres de Dios relativos a Él mismo.
Le dice Jesús -a Felipe-: «...Él que me ha visto a mí, ha visto al Padre...» (Jn. 14, 9).
Aclaración. La esencia, las personas, los atributos y las operaciones «ad intra» constituyen un acto simplicísimo en Dios que carece de distinciones y de divisiones. Por tanto, la visión de la esencia divina incluye la de sus propios decretos.

-Todos y cada uno de los bienaventurados del cielo conocen, por efecto de la visión beatífica, los decretos libres de Dios acerca de sí mismos, y todo lo que especialmente se refiera a ellos.
Díjole su señor: «¡Bien, siervo bueno y fiel!», has sido fiel en lo poco, te pondré por eso al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor» (Mt. 25, 21).
Aclaración. Se entiende un gozo saciativo, que no sería tal si no conociesen algo relativo a sí mismos.

-Los bienaventurados del cielo pueden conocer, por efecto de la visión beatífica, los actos libres de la voluntad divina.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es (1 Jn. 3, 2).
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1 Cor. 13, 12).
Aclaración. Los actos libres de la voluntad divina se identifican con su propio ser.

-Los bienaventurados del cielo, conocerán todas las cosas que Dios conoce por la ciencia de la visión, después del juicio final.
Así parece deducirse del texto siguiente:
La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero (Apoc. 21, 23).
-Ningún bienaventurado conoce ni puede conocer, por efecto de la visión beatífica, todos los decretos libres de Dios relativos a las criaturas.
Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre (Mc. 13, 32).
Aclaración. Es una afirmación de Cristo acerca del momento de su segunda venida, que parece puede extenderse además a todos los posibles.

-Los bienaventurados del cielo no conocen determinadas circunstancias de los misterios de la fe.
Por ejemplo: El día y la hora de la resurrección de los muertos, del fin del mundo, de la segunda venida de Jesucristo y del juicio final.
Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre (Mc. 13, 32).
-Los bienaventurados del cielo no tienen que ejercitar la virtud de la esperanza porque están ya en la posesión plena, perfecta y perdurable del bien infinito y plenamente saciativo.
Porque nuestra salvación es objeto de esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? (Rom. 8, 24).
Aclaración. Los bienaventurados del cielo, antes del juicio final, desean la resurrección y la glorificación de su propio cuerpo y la salvación eterna de todos los hombres, pero esto no es un acto de esperanza, porque gozan de Dios y participan de la eternidad donde no hay distinción de pasado, presente y futuro. Esperar la salvación eterna de los hombres, no es por virtud de esperanza sino por amor de caridad.

78. Cielo. Situación de los bienaventurados

-No pueden pecar
-Están dotados de un resplandor especial
-Colocados a la derecha de Dios
-Reconocen y confiesan las alabanzas de Dios
-Existe una concordia y un orden absolutos entre todos ellos
-Poseen y gozan de una participación de la gloria de Jesucristo resucitado
-La misma que manifestó en la tierra y manifiesta en el cielo
-No pueden cambiar jamás de destino


-Los bienaventurados del cielo no pueden pecar en virtud del amor y de la visión beatíficos.
En ti está la fuente de la vida y en tu luz vemos la luz (Sal. 36, 10).
Mas el que une al Señor, se hace un sólo espíritu con Él (1 Cor. 6, 17).
...Dios...mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,... (1 Pe. 1, 3-4).
Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira,... (Apoc. 21, 27).
Aclaración. La unidad de espíritu supone unidad de pensamientos, deseos y acciones. De una fuente de donde emana la vida no puede emanar muerte que es el pecado. La unión de los bienaventurados con Dios, que es fuente de vida, no puede producir muerte, pecado.

-Los bienaventurados del cielo están dotados de un resplandor especial.
Entonces los justos brillarán como el seol en el Reino de su Padre (Mt. 13, 43).
-Los bienaventurados del cielo están colocados a la derecha de Dios.
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda (Mt. 25, 33).
Aclaración. «Colocados a la derecha de Dios» significa que poseerán y se deleitarán eternamente en el gozo de pleno de la bienaventuranza divina.

-Los bienaventurados del cielo reconocen y confiesan las alabanzas de Dios.
Y toda criatura del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, todo lo que hay en ellos, oí que respondían: «Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos (Apoc. 5, 13).
-Entre todos los bienaventurados existirá una concordia y un orden absolutos.
Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo (1 Cor. 15, 28).
Y la paz de Dios que supera todo conocimiento, custodiará vuestro corazones y vuestro pensamientos, en Cristo Jesús (Fil. 4, 7).
Aclaración. El sometimiento de las cosas al Hijo, del Hijo al Padre, tendrá como resultado una armonía que excede todo entendimiento, y de la que ahora sólo nos podemos formar una idea imperfecta, lejana y obscura.

-Los bienaventurados del cielo poseen y gozan de una participación de la gloria de Jesucristo resucitado.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejante a Él, porque Le veremos tal cual es (Jn. 3, 2).
Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo (Rom. 8, 29).
La creación, en efecto fue sometida la vanidad,...en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rom. 20, 21).
Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes. Y del mismo modo que hemos revestido la imagen del hombre terreno, revestiremos también la imagen del celeste (1 Cor. 15, 48-49).
Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformados en esa mismo imagen cada vez más gloriosa, conforme a la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Cor. 3, 18).
...y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los Cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia,... (Ef. 2, 6-7).
...el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas (Fil. 3, 21).
Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él (Col. 3, 4)
.-La gloria de Jesucristo fue manifestada en parte durante su estancia en la tierra y será manifestada plenamente por toda la eternidad.
a) -Fue manifestada.
..
.hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1, 14).
-En la transfiguración.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria,... (Lc. 9, 32).
-En los milagros.
Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos (Jn. 2, 11).

b) -Será manifestada.
Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese (Jn. 17, 5).
Aclaración. Es la gloria que Jesús poseía en su preexistencia divina y la que le reserva el Padre desde toda la eternidad.

-Los bienaventurados del cielo no pueden jamás cambiar de destino.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a los lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno (Lc. 16, 22).
...Abraham le dijo (al rico): «entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde vosotros» (Lc. 16, 26).
Aclaración. El abismo simboliza la imposibilidad de cambiar de destino.

79. Cielo. Dotes y aureolas
-Las almas de todos los bienaventurados poseen algunos dotes especiales: la visión, el gozo y el amor
-Las almas de alguno bienaventurados están dotadas de ciertas aureolas especiales


-Las almas de todos los bienaventurados poseen algunos dotes especiales.
Dotes del alma bienaventurada son ciertas cualidades o disposiciones que realzan y adornan, permiten y capacitan para gozar convenientemente de los bienes inmensos que se le comunican.

Son tres, la visión, el gozo y el amor.
a) -La visión:
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn. 17, 3).
b) -El gozo:
...entra en el gozo de tu señor (Mt. 25, 21).
Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn. 15, 11).
c) -El amor:
La caridad no acaba nunca (1 Cor. 13, 8).
Aclaración. La visión corresponde a la fe y es la misma inteligencia elevada por el «lumen gloriae» para capacitarla para contemplar la esencia divina. El gozo corresponde a la esperanza y es producido por la posesión del bien infinito deseado y pretendido por la misma esperanza aumentada por el mismo «lumen gloriae». El amor es la misma caridad consumada derivada de la visión y del gozo.

-Las almas de alguno bienaventurados están dotadas de ciertas aureolas especiales.
Aureolas son unas cualidades especiales merecidas por algunos bienaventurados, en virtud de las victorias alcanzadas con la práctica heroica de ciertas obras difíciles y penosas para la naturaleza humana.

Son tres: las de los doctores, las de los mártires y las de las vírgenes.
a) -Las de los doctores.
Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad (Dan. 12, 2).
Aclaración. Se trata de una transfiguración escatológica que afectará a sus cuerpos ya gloriosos.

b) -Las de los mártires.
Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos (Apoc. 7, 9).
Aclaración. «Palmas», se refiere a las palmas del triunfo.

c) -Las de los vírgenes.
Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero, y en su boca no se encontró mentira: no tienen tacha (Apoc. 14, 4-5).
Aclaración. Están dotados de una insignia particular y superior a la de los demás bienaventurados.

Pues así dice Yahvéh: Respecto a los eunucos que guardan mis sábados y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi alianza, yo he dejarles en mi Casa y en mis muros monumento y nombre mejor que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado (Is. 56, 4-5).
80. Cielo. Dotes de los cuerpos

-Existencia -Son cuatro
-La impasibilidad
-La agilidad
-La claridad
-Puede ser contemplada por ojos no glorificados
-No molesta la vista del que los contempla, sino que la recrea
-La Sutileza
-Producirá efectos maravillosas en el cuerpo


-Son cuatro los dotes del cuerpo glorioso.
Así también en la resurrección de los muertos. Se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual (1 Cor. 15, 43-44).
Aclaración. La tradición cristiana interpreta estas palabras como alusión muy clara a las cuatro dotes del cuerpo glorioso, es decir, impasibilidad, sutileza, agilidad y claridad.

-La impasibilidad es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso.
Impasibilidad es la invulnerabilidad al dolor.
No padecerán hambre, ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá y a manantiales de agua los guiará (Is. 49, 10).
Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno, porque el cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Apoc. 7, 16-17).
Y (Dios) enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Apoc. 21, 4).
-La agilidad es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso.
La agilidad es la cualidad por la cual el cuerpo se librará de la carga que le oprime ahora y se podrá mover hacia cualquier parte a donde quiera el alma con tanta velocidad que no puede haberla mayor.
Pero los que confían en Yahvéh, él les renovará el vigor, subirán en alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse... (Is. 40, 31).
El día de su visita se inflamarán, se propagarán como chispas en rastrojo (Sab. 3, 7).
Se siembra debilidad y se resucita fortaleza (1 Cor. 15, 43).
-La claridad es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso.
La claridad es cierto resplandor que rebosa al cuerpo de la suprema felicidad del alma.
El día de su visita se inflamarán, y se propagarán como chispas en rastrojo (Sab. 3, 7).
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre (Mt. 13, 43).
Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas, y una estrella difiere de otra en resplandor. Así también en la resurrección de los muertos (1 Cor. 15, 41).
Se siembra vileza, resucita gloria (1 Cor. 15, 43).
El cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas (Flp. 3, 21).
-La claridad de los cuerpos gloriosos puede ser contemplada también por ojos no glorificados.
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos; su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz (Mt. 17, 1-2).
...Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo (Mt. 17, 8).
-La claridad intensísima del cuerpo glorioso no molesta ni calienta la vista del que los contempla, sino que la recreará dulcemente.
Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino (Apoc. 21, 10-11).
-La sutileza es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso.
Sutileza es la cualidad por la cual es cuerpo glorioso es habilitado para sujetarse totalmente al alma glorificada y le será perfectamente útil a su voluntad.
El cuerpo perderá su pesadez y torpeza quedando espiritualizado e ingrávido, aptísimo para seguir en todo los vuelos y las exigencias del espíritu.
Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual (1 Cor. 15, 44).
-La sutileza del cuerpo glorioso producirá efectos maravillosos.
a) -El cuerpo glorioso será tangible, palpable, como el de Jesucristo.
Mirad mis manos y mis pies; soy el mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies (Lc. 24, 39).
b) -Por el contrario, en este mundo el alma humana encuentra grandes obstáculos, a causa de la pesadez del cuerpo, para realizar sus actividades puramente espirituales.
El espíritu está siempre pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 41).
c) -El cuerpo glorioso no podrá penetrar los cuerpos sólidos a pesar de su sutileza, o sea, no podrá ocupar el mismo lugar que otro cuerpo distinto.

Aclaración. La salida de Cristo resucitado del sepulcro sellado,
Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia (Mt. 27, 66).
la entrada en el cenáculo con las puertas cerradas, ...estando cerradas, por miedo a los juicios, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos,... (Jn. 20, 19).
y su nacimiento de la Virgen María, ...y dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,... (Lc. 2, 7).
no fueron efecto de la sutileza, sino un milagro realizado por el mismo Cristo. Además, cada bienaventurado podrá hacer tal milagro siempre que lo desee.

81. Cielo. Características de los cuerpos

-Conservarán su identidad personal
-Conservarán sus miembros, órganos. estatura, edad conveniente y sexo
-Los bienaventurados podrán hacer que tus cuerpos aparezcan o desaparezcan ante los demás
-No comerán en el cielo, pues el gusto quedará beatificado sin alimento alguno


-Los bienaventurados del cielo conservarán su identidad personal y la de sus órganos corporales, después de la resurrección y del juicio universal.
Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otros (Job 19, 27).
-Los cuerpos resucitados de los bienaventurados serán perfectos, es decir, conservarán sus miembros, sus órganos, su estatura propia, su edad conveniente y su sexo.
Esta doctrina la defienden comúnmente los teólogos y aunque las alusiones de la Sagrada Escritura carecen de fundamento sólido, se puede afirmar sin temor de error.
...hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo (Ef. 4, 13).
Aclaración. El hombre es perfecto en su cuerpo cuando no le faltan ninguna de las características, miembros y órganos propios de su naturaleza. Por consiguiente los cuerpos resucitados conservarán:
a) -Todos los órganos y miembros, incluso dientes, cabellos, etc.
Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro (Job 19, 27).
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados (Mt. 10, 30).
Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza (Lc. 21, 18).
b) -Edad conveniente, es decir, unos 33 años, porque es la edad de Cristo y porque es en la que el hombre adquiere la plenitud de sus facultades.

c) -Su estatura propia, es decir la que normalmente tuvieron en esta vida.

d) -Su sexo propio, puesto que es característica integral de cada uno.

e) -Los cuerpos no conservarán los defectos con que nacieron ni los que adquirieron en vida por incidentes, enfermedades u otra causa semejante, porque cada uno de los miembros pertenecen a la integridad de la naturaleza.


-Los bienaventurados podrán hacer que sus cuerpos aparezcan o desaparezcan ante los demás.
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él (Jesús) desapareció de su lado (Lc. 24, 31).
Pudiera ser también que esta aparición y desaparición se realizará por virtud milagrosa de Cristo, pero parece más bien que se realizó por propia virtud del cuerpo bienaventurado.

-Los bienaventurados no comen en el cielo, aunque Cristo resucitado comió con sus apóstoles.
Ellos (los Apóstoles) le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos (Lc. 24, 42, 43).
Jesús les dice: Venid a comer...Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón... (Jn. 21, 12 y 15).
...a nosotros que comimos y bebimos con él (Jesús) después que resucitó de entre los muertos (Hch. 10, 41).
Aclaración. Cristo comió para manifestar la realidad de su cuerpo resucitado, pero de ningún modo asimiló aquellos alimentos. El sentido del gusto puede ser beatificado en su acto propio, sin ponerse en contacto con alimento alguno, y es más razonable que así sea, dada la inutilidad de los alimentos en la vida bienaventurada.

82. Cielo. Características de la bienaventuranza

-Es eterna
-Inamisible
-Incorruptible e inmutable
-Nunca hastía, sino que produce una sensación y un deseo renovados de ver, gozar y amar a Dios


-La bienaventuranza del cielo es eterna.
Eternidad es la duración permanente de un ser en un momento que nunca pasa al siguiente.
Los justos, en cambio, viven eternamente; en el Señor está su recompensa, y su cuidado en el Altísimo (Sab. 5, 15).
Y los justos irán a la vida eterna (Mt. 25, 46).
Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás (Jn. 10, 27-28).
En efecto, la leve tribulación de un momento, nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de vida eterna (2 Cor. 4, 17).
Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues mutuamente con estas palabras (1 Tes. 4, 18).
-La bienaventuranza eterna es inamisible para todos y para cada uno de los bienaventurados.
Eterna, es decir, de duración objetiva sin fin. Inamisible, es decir, que cada bienaventurado no puede perderla.
«Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano» (Jn. 10, 28).
E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna (Mt. 25, 46).
Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible (1 Cor. 9, 25).
...pues las cosas visibles son pasajeras, más las invisibles son eternas (2 Cor. 4, 18).
Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita (1 Pe. 5, 4).
-La bienaventuranza eterna es de hecho y de derecho incorruptible e inmutable.
E irán...los justos a una vida eterna (Mt. 25, 46).
Y así estaremos siempre con el Señor (1 Tes. 4, 17).
-La vida sin fin los bienaventurados del cielo, nunca hastía, sino que siempre produce una sensación y un deseo renovados de ver, de gozar y de amar a Dios en el instante eterno de su existencia.

Así parece deducirse de los siguientes textos: ...los veinticuatro ancianos se postraron delante de cordero...Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar al libro y abrir sus sellos,... (Apoc. 5, 8-9).
Miré entonces y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil,...Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Seres y de los Ancianos (Apoc. 14, 1-3).
Aclaración. «Cántico nuevo» no porque sea distinto de otros anteriores, sino porque siendo siempre el mismo como expresión de la alegría y de los demás bienes de los bienaventurados, parecen como renovado en el instante eterno en que viven.

83. Cielo. Otros bienes

-Dios promete otros nueve premios a quienes los merecen

-Dios promete y concede otros nueve premios en Bienaventuranza eterna a los que la merecen.

a) -El árbol de la vida. 
Al vencedor le daré a comer del árbol de vida, que está en el Paraíso de Dios (Apoc. 2, 7).
Aclaración. La vida es el mismo Dios que siempre en sí mismo y proporciona la dicha, la sabiduría y los demás deleites espirituales de los bienaventurados, por su misma unión con Él en virtud de la visión beatífica.

b) -La corona de la inmortalidad.
Manténte fiel hasta la muerte y te daré corona de la vida (Apoc. 2, 10).
Aclaración. Es la imposibilidad de padecer ni tormentos ni enfermedades corporales ni tentaciones ni inclinaciones al pecado que pueden causar la muerte del alma y el consecuente apartamiento definitivo de Dios.

c) -El maná escondido.
...al vencedor le daré maná escondido (Apoc. 2, 17).
Aclaración. Dulzuras y alegrías interiores desconocidos en este mundo.

d) -La piedrecita blanca.
Le daré también una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe (Apoc. 2, 17).
Aclaración. Señal y testimonio de victoria y de fidelidad, por los que cada bienaventurado se considera y es considerado como admitido en el Reino de Dios con la seguridad total de que nunca será excluido de él.

e) -Un hombre nuevo.
...y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe.

Aclaración. Renovación interior del cristiano por la adopción perfecta como Hijo de Dios y por la conservación perpetua en el estado de felicidad beatífica.

f) -La potestad.
Al vencedor, al que guarde mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones (Apoc. 2, 26).
Aclaración. Jesucristo compartirá con sus santos el poder de juzgar y de sancionar.

g) -Las vestiduras blancas.
El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de la vida (Apoc. 3, 5).
Aclaración. Símbolo de gloria y de alegría, de pureza y de amor. También la misma luz de la gloria que es el mismo Dios lucero radiante de claridad y amor beatíficos.

h) -La columnas de fe.
Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más (Apoc. 3, 12).
Aclaración. Alude a las columnas del Templo de Jerusalén y se refiere a la consistencia, solidez y seguridad del estado de felicidad beatífica que excluye todo temor de perderlo e incluye toda la certeza de poseerle eternamente.

i) -El Trono.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono (Apoc. 3, 21).
Aclaración. Un estado de dominio sobre todas las obras de la creación, en virtud del cual ninguna de ellas podrá ejercer influjo pecaminoso en los bienaventurados como premio a las victorias que obtuvieron en la vida presente sobre el mundo, el demonio y la carne.

84. Cielo. Ausencia de todos los males

-Los bienaventurados no padecen ni m  físicos, ni males morales

-Los bienaventurados del cielo no padecen hambre, ni sed, ni calor, ni frío, ni tristezas, ni quejidos, ni fatigas, ni penas, ni suspiros, ni maldiciones, ni abominaciones, ni mentiras, ni impurezas, ni abusos de falsos profetas, ni idolatrías, ni profanaciones ni muerte.
Los redimidos de Yahvéh volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas, ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros! (Is. 35, 10).
No tendrán hambre ni sed, ni les daré el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a los manantiales de agua los guiará (Is. 49, 10).
Aquel día -oráculo de Yahvéh Sebaot- extirparé yo de esta tierra los nombres de los ídolos y no se los volverá a mentar; igualmente a los profetas y al espíritu de impureza los quitaré de esta tierra (Zac. 13, 2).
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «...Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (Apoc. 7, 13 y 16-17).
...Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Apoc. 21, 4).
Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apoc. 21, 27).
Y no habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y de Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto (Apoc. 22, 3).
85. Cielo. Grados de gloria

-Existen muchísimos
-El grado de gloria de cada bienaventurado es eternamente el mismo que el merecido al entrar en el cielo
-Corresponde a los méritos propios
-Los méritos corresponden a la caridad
-La felicidad y la gloria de cada uno, son mucho mayores que los padecimientos aceptados por amor en esta vida
-Muchos justos ignorados serán glorificados con una gloria incomparable
-La gloria accidental puede aumentar por ciertos tributos de la Iglesia en el mundo
-La capacidad de felicidad será saciada


-Existen muchísimos grados de gloria en la bienaventuranza eterna.
Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas. Y una estrella difiere de otra en resplandor. Así también en la resurrección de los muertos,... (1 Cor. 15, 41-42).
-La gloria esencial de cada bienaventurado es eternamente la misma que la merecida en el momento de entrar en el cielo.
Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda (Qo. 11, 3).
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «...Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta (Mt. 16, 27).
Aclaración. «pagará a cada uno según su conducta» es decir, según los méritos adquiridos que corresponden a la caridad practicada en esta vida, porque con la muerte termina el tiempo de merecer.
Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal (2 Cor. 5, 10).
-Los grados de gloria que posee y goza cada bienaventurado en el cielo, corresponden a sus propios méritos.
Dales, Yahvéh, conforme a sus acciones,... (Sal. 28, 4).
Que tú al hombre pagas con arreglo a sus obras (Sal. 62, 13).
...dijo Jesús a sus discípulos: «...el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta (Mt. 16, 27).
...la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras,... (Rom. 2, 5-6).
...cada cual recibirá el salario según su propio trabajo,... (1 Cor. 3, 8).
Os digo esto: El que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que siembra a manos llenas, a manos llenas cosecha (2 Cor. 9, 6).
Mira, pronto vendré y traeré mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo (Apoc. 22, 12).
-Los propios méritos de los bienaventurados corresponden exclusivamente a la caridad.
La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud (Rom. 13, 10).
Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad (1 Cor. 13, 13).
...para que arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenad hasta la total plenitud de Dios (Ef. 3,17-19).
Aclaración. La caridad tiene a Dios como fin último y todas las demás virtudes, p.e. humildad, paciencia, etc., tienen relación al premio esencial de la bienaventuranza eterna en cuanto se hayan practicado por puro amor de Dios y por tanto, en orden a la vida eterna, tiene mucha más importancia la caridad -amor a Dios y al prójimo por Dios-, que el mayor y menor talento natural poseído y ejercitado en este mundo.

-Dios concede a los bienaventurados del cielo un caudal de felicidad y de gloria mucho mayor que los sufrimientos y las tribulaciones padecidas por amor a él en esta vida.
En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos los ojos en las cosas visibles sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas la invisibles son eternas (2 Cor. 4, 17-18).
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rom. 8, 18).
-Muchos justos que mueren despreciados, ignorados e incomprendidos serán glorificados con una gloria incomparable.
Entonces el justo se mantendrá en pie con plena seguridad en presencia de los que le afligieron y despreciaron sus sufrimientos. Al verle, quedarán consternados, sobrecogidos de espanto, estupefactos por lo inesperado de su salvación (Sab. 5, 1-2).
-La gloria accidental de los bienaventurados en el cielo puede aumentar por ciertos triunfos de la Iglesia en el mundo.

a) -Por la conversión de los pecadores.
Habrá más alegría en el cielo por un sólo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión (Lc. 15, 7).
Se alegran los ángeles de Dios por un sólo pecador que se convierta (Lc. 15, 10).
b) -Por otros triunfos de la Iglesia parecidos.
-Por la llegada al cielo de los seres queridos.
-Por el desarrollo de una institución religiosa,
-Por el aumento de cristianos,
-y otros semejantes.

Aclaración. Estos otros triunfos de la Iglesia se afirman solamente por la semejanza con el primero, pero no son verdad revelada. Sea el que fuere, apenas tiene importancia comparados con la posesión del Bien absoluto e infinito. Algo así, como si a quien posee múltiples bienes de todas clases, se le hace un pequeño obsequio. 

 -La capacidad de felicidad de cada uno de los bienaventurados del cielo será saciada plenamente.
Que yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen (Sal. 17, 15).
Aclaración. La capacidad de poseer, de ver, de amar y de gozar de Dios deriva, no de la propia naturaleza racional, sino del «Lumen gloriae» concedido a cada uno según su grado de caridad logrado vivido y practicado en la tierra. Esta diversidad de grados no originan ni envidias ni otras aspiraciones desordenadas puesto que todo gozan de una visión y de un amor plenamente saciativo y todos son consumados en el gozo de los demás.

86. Cielo. Grados de gloria especiales

-Los mártires
-Los que sufren persecuciones por su causa
-Los que renuncian a los bienes de este mundo por amor a Él


-Los mártires gozan de una gloria especial en el cielo.
Consta con bastante claridad en algunos textos del Apocalipsis.
Cuando abrí el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron...Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus con siervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos (Apoc. 6, 9 y 11).
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero (Apoc. 7, 14).
-Jesucristo concede grande recompensa en los cielos a los que sufren persecuciones, injurias, difamaciones y demás injusticias por su causa.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa (Mt. 5, 11).
-Jesucristo promete, a los que renuncian a los bienes materiales por amor por amor a Él, una recompensa mucho mayor en el Reino de los cielos.
Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna (Mt. 19, 29).
Jesús respondió: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos y hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madre, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el tiempo venidero, vida eterna» (Mc. 10, 29-30).
Él les dijo: «Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el tiempo venidero, vida eterna» (Lc. 18, 29).
87. Cielo. Caminos

-La conversión
-La fe, las buenas obras, la observancia de la Ley
-El cumplimiento de la voluntad de Dios


-La conversión a Dios es condición para entrar en el Reino de los Cielos.
Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados (Lc. 3, 3).
No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores (Lc. 5, 32).
No, os lo alegro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo (Lc. 13, 3).
...y se predicará en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén (Lc. 24, 47).
-Además de la fe, las buenas obras y la observancia de la Ley son necesarias para conseguir la salvación eterna.

a) -Las buenas obras.
¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? (Sant. 2, 14).
...la fe si no tienes obras, está realmente muerta (Sant. 2, 17).
«No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial (Mt. 7, 21).
«Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para ganar la vida eterna?» Respondióle: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt. 19, 16-17).
b) -La observancia de la Ley.
«Maestro, ¿qué ha de hacer yo de bueno para ganar la vida eterna?» Respondióle: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt. 19, 16-17).
-El cumplimiento de la voluntad de Dios es camino seguro de salvación.
Muéstrame tus caminos, Oh Yahvéh, enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación,... (Sal. 25, 4-5).
...enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal. 143, 10).
El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Jn. 2, 17).
«No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial (Mt. 7, 21).
88. Cielo. Quiénes se salvan

-Los que perseveran en las buenas obras
-Aquellos cuya conducta es pura y sencilla como la de los niños
-Los que distribuyen sus riquezas a los pobres
-Dios no suele permitir que mueran en pecado mortal los que han cometido uno sólo aislado y por debilidad
-Las almas de los justos purificados


-Dios concede la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras.
...el cual dará a cada cual según sus obras: a los que por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad, vida eterna;... (Rom. 2, 6-7).
-Jesucristo promete los premios de la bienaventuranza eterna a aquéllos cuya conducta es pura y sencilla como la de los niños.
Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: «Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos» (Mt. 19, 13-14).
Le presentaron unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios» (Mc. 10, 13-14).
Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y al verlo los discípulos, les reñían. Mas Jesús les llamó, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no recibe el Reino de Dios como niño, no entrará en él» (Lc. 18, 15-17).
-Distribuir las riquezas en limosnas para los pobres es una garantía de conseguir los bienes eternos.
Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros (Lc. 11, 41).
Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro que no os fallará en los cielos, donde no llega el ladrón, ni roe la polilla; porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Lc. 12, 33-34).
Oyendo esto Jesús le dijo (al joven rico): «Aún te falta una cosa. Vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme» (Lc. 18, 22).
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor. La mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» Jesús le dijo: «hoy ha llegado la salvación a esta casa,... (Lc. 19, 8).
-Dios no suele permitir que mueran en pecado mortal los que han cometido uno sólo, aislado y por debilidad.
No existe un testimonio claro en la Sagrada Escritura, pero sí alusiones en algunos texto.
Por su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina,... (2 Pe. 1, 3-4).
La paciencia de nuestro Señor juzgarla como salvación,... (2 Pe. 3, 15).
-Las almas de los justos purificadas plenamente gozan de la visión de Dios inmediatamente después del juicio particular.
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23, 42-43).
Me siento apremiado por las dos partes; por una parte deseo partir y estar con Cristo,... (Fil. 1, 23).

89. Cielo. Posibilidades y disposiciones

-Pueden ser oriundos de las cinco partes del mundo
-El hombre puede conseguir la bienaventuranza
-No con sus propios méritos, sino con el auxilio de Dios
-Para entrar en el Cielo, hace falta estar perfectamente purificados
-Los justos tienen que pagar probablemente alguna pena antes de entrar
-La bienaventuranza perfecta no se alcanza en esta vida sino en la otra

-Los bienaventurados del cielo pueden ser oriundos de todas y cada una de las cinco partes del mundo.
Mira: Éstos viene de lejos, esos otros del norte y del oeste, y aquellos de la tierra de Sinim (Is. 49, 12).
Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios (Lc. 13, 29).

-El hombre puede conseguir en este mundo la bienaventuranza eterna.
Consta en múltiples lugares de la Sagrada Escritura.
Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo (Mt. 25, 34).

-El hombre no puede conseguir por sus propios medios la bienaventuranza eterna, sino que necesita el auxilio de Dios.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt. 11, 27).
A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del Padre, él lo ha contado (Jn. 1, 18).
No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ese ha visto al Padre (Jn. 6, 46).
...el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios (1 Cor. 2, 10).

-Para entrar en el Reino de los Cielos es necesario estar perfectamente purificados de toda mancha o reliquia de pecado.
Se encuentran alusiones muy claras en los libros sagrados.
Habrá allí una senda pura, vía sacra se llamará; no pasará el impuro por ella, ni los necios por ella vagarán (Is. 35, 8).
¡Vístete tus ropas de gala, Jerusalén, Ciudad Santa! Porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros (Is. 52, 1).
...Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sean santa e inmaculada (Ef. 5, 25-27).
...os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de Él;... (Col. 1, 22).
Celoso soy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un sólo esposo para presentaros cual casta Virgen a Cristo (2 Cor. 11, 2).
pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia (2 Pe. 3, 13).
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero» (Apoc. 7, 14).
Con alegría y regocijo démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura -el lino son las buenas acciones de los santos- (Apoc. 19, 7-8).
Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apoc. 21, 27).
Dichosos los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad (Apoc. 22, 14).

-Las almas de los justos parece tienen que pagar alguna pena en el purgatorio, antes de entrar al cielo.
No hay ninguna referencia clara en los libros Sagrados, pero se podría insinuar, aunque sin fundamento especial, del siguiente texto:
Entonces supliqué así a Yahvéh: «Yahvéh, Señor mío,...déjame, por favor, pasar y ver esa espléndida tierra de allende el Jordán, esa hermosa montaña y el Líbano. Pero, por culpa vuestra, Yahvéh se irritó contra mí y no me escuchó; antes bien me dijo: «¡Bata ya! No me vuelvas a hablar de ello. Sube a la cumbre del Pisgá, alza tus ojos al Occidente, al norte, al mediodía y al oriente; y contempla con tus ojos, porque no pasarás ese Jordán...» (Deut. 3, 23-27).
Aclaración. Moisés fue castigado por una falta de confianza en Dios, de donde podría deducirse que los justos son purificados de sus culpas, antes de entrar en el Cielo.

-La bienaventuranza perfecta no se alcanza en esta vida, sino en la otra. Según la providencia ordinaria de Dios.
Ahora vemos en un espejo confusamente. Entonces veremos cara a cara (1 Cor. 12, 12).
...mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión... (2 Cor. 5, 6-7).
El Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver (1 Tim. 6, 16).
90. Cielo. Valor de los bienes eternos

-El hombre, en estado de viador, no puede formarse un concepto de su grandeza
-Jesucristo la denomina siempre con nombres que designan valores inestimables

-El hombre, en estado de viador, no puede formarse un concepto de la grandeza de los bienes eternos.
Más bien, como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman (1 Cor. 2, 9).
Aclaración. El estado de viador es el propio de la naturaleza humana mientras permanece en este mundo.

-Jesucristo denomina la grandeza y la riqueza de la bienaventuranza eterna con nombres que designan siempre valores inestimables.
Estos nombre son: Tesoro escondido, dinero, perlas finas, cena grande, talentos, hombre rico, cena de bodas.

a) -Tesoro escondido.
«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo,... (Mt. 13, 44).

b) -Dinero.
«O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? (Lc. 15, 8).

c) -Perlas finas.
«También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que al encontrar una de gran valor, va vende todo lo que tiene y la compra» (Mt. 13, 45).

d) -Cena grande.
Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: «¡Dichosos el que pueda comer en el Reino de Dios!» Él les respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos;...» (Lc. 14, 15-16).

e) -Talentos.
«Es también (el Reino de los Cielos) como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otros dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad;...» (Mt. 25, 14-15).

f) -Hombre rico.
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto;...» (Lc. 12, 16).

g) -Cena de bodas.
Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo...» (Mt. 22, 1-2).

91. Cielo. Posibilidad de visión beatífica en este mundo
-Ni con los ojos corporales ni con el entendimiento podemos ver a Dios
-Muy rara vez Dios ha permitido la visión de su ser
-El entendimiento creado puede ser elevado para ver a Dios
-La visión de Dios es sobrenatural

-Ni con los ojos corporales ni con el entendimiento humano, podemos ver a Dios como es en sí mismo.
Si, vanos por naturaleza todos los hombres que ignoraron a Dios y no fueron capaces de conocer por los bienes visibles a Aquel que es, ... (Sab. 13, 1).
A Dios nadie le ha visto jamás (In. 1, 18).
Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras (Rom. 1, 20).
Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión (2 Cor. 5, 6).
El único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver (1 Tim. 6, 16).

Aclaración. La palabra Visión se refiere al acto propio del sentido de la vista.

Por analogía su sentido se extiende a toda clase de conocimiento sensitivo o intelectual.
La visión beatífica es el acto de la inteligencia por el cual los bienaventurados ven a Dios, claramente, inmediatamente, tal y como es en sí mismo.

-Muy rara vez, Dios ha permitido que algunos hayan visto la esencia divina todavía en este mundo.
Así se puede interpretar de modo probable, el sentido de los textos siguientes:
Yahvéh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo (Ex. 33, 11).
Dijo Yahvéh:
Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños. No sí con mi siervo Moisés; él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él abiertamente y no en enigmas, y contempla la imagen de Yahvéh (Núm. 12, 6-8).
Sé de un hombre en Cristo...que fue arrebatado hasta el tercer cielo...y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar (2 Cor. 12, 2-4).

Algunos exegetas modernos interpretan la gran familiaridad con que Moisés hablaba con Dios y un fenómeno místico elevadísimo en Pablo, pero nada de visión beatífica en ninguno de los dos casos.

-El entendimiento creado puede ser elevado para ver a Dios con visión intuitiva.
Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios» (Jn. 3, 2).
Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocido (1 Cor. 13, 12).

-La visión intuitiva de Dios es absolutamente sobrenatural.
A Dios nadie le visto jamás:... (Jn. 1, 18).
Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras:... (Rom. 1, 20).
...el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver (1 Tim. 6, 16).

Aclaración. Se deduce la insuficiencia de la capacidad natural del entendimiento humano para ver a Dios, y la necesidad de una visión superior, sobrenatural, para poderlo ver.