El Toque Humano


El Toque Humano

El joven “mecánico”, con la gorra calada hasta los ojos, camina con prisa por las calles del Distrito Federal; sonriendo saluda a la gente al pasar. Llegado a la casa de un cliente, mira furtivamente a su alrededor antes de tocar la puerta. Desde adentro, una voz débil pregunta: “¿Quién?”. El mecánico responde suavemente: “¡Viva Cristo Rey!”. De inmediato se quita el cerrojo y rápidamente entra el esperado visitante. Cerradas las puertas, hay júbilo general. “¡Padre Miguel! ¡Bienvenido! ¡Bendita sea la Virgen de Guadalupe que lo trajo! Venga; allá en la sala, todo está listo”.

Es el mes de noviembre de 1927. El padre Miguel Agustín Pro Juárez, jesuita recién ordenado, secretamente está atendiendo el cuidado espiritual de los fieles, privados de los auxilios de la religión católica desde que la Ley Calles entró en vigor (31 de julio de 1926). Dicha Ley inició una revolución cristera inspirada por el grito: “¡Viva Cristo Rey!”.

En ese tiempo de los “Cristeros”, hombres y mujeres, seglares y sacerdotes, jóvenes, niños y ancianos murieron heroicamente por la fe cristiana en el extenso territorio de la nación mexicana, ofreciendo sus vidas por Cristo, por la Iglesia y por el reconocimiento de los derechos humanos en México. Muchas fueron a su muerte pronunciando con el corazón: ¡Viva Cristo Rey! “Hubo excesos en las diversas campañas”, escribe el sacerdote historiador José Gutiérrez Casillas, S.J., “pero el carácter general de la guerra cristera fue el de una epopeya de quijotes con mucho idealismo, nobleza y abnegación. Tropezaron los guerrilleros con una realidad adversa pero nunca se desanimaron ante las dificultades… La guerra cristera sacudió la apatía de los católicos mexicanos. Fue para ellos una provechosa experiencia que tuvo un modesto fruto inmediato: los arreglos pacíficos”.

¿Y qué pasó con el joven “mecánico” que animaba y servía a la gente en esos tiempos? Pues el 10 de noviembre de 1927 el padre Pro y sus dos hermanos Humberto y Roberto fueron aprehendidos por la policía bajo el cargo de complicidad en un atentado contra el general Álvaro Obregón… A las 8 de la mañana, el 23 de noviembre, bajo las órdenes del general Roberto Cruz, se prepara el fusilamiento… El jefe de los soldados le pregunta al Padre Pro si desea algo. Responde: “Rezar”. Se arrodilla, baja la cabeza y se santigua; besa el pequeño crucifijo que lleva en la mano derecha y el rosario que trae en la izquierda. Ora por unos instantes. Se levanta, se vuelve a colocar en el sitio de muerte y espera con los ojos semicerrados. Abre los brazos en cruz y grita: “¡Viva Cristo Rey!”. Una descarga rubrica la exclamación. Son las 10:30 a.m.

La solemnidad de Cristo Rey que la Iglesia universal conmemora hoy es merecidamente una gran fiesta mexicana. Su devoción evoca recuerdos orgullosos de todos los valientes que inspirados, impulsados y fortalecidos por la fe que profesan en Cristo Rey escribieron una página gloriosa e inolvidable en la historia del país, por su heroica defensa de la fe cristiana y su ingente lucha por su libre expresión.

Pedimos igual temple y tenacidad para llevarla adelante con fiel compromiso. Rogamos que -entre los muchos “reyes” efímeros que reciben nuestra apasionada servidumbre- guardemos un lugar especial en el corazón para el soberano único digno de nuestro amor y hagamos eco en nuestra vida a ese grito que sostenía y sacrificaba las vidas de tantos insignes mexicanos: ¡Viva Cristo Rey!- Los Altos, California.

richardlclifford@hotmail.com
—–

*) Misionero de Maryknoll, presbítero católico

»En ese tiempo de los “Cristeros”, hombres y mujeres, seglares y sacerdotes, jóvenes, niños y ancianos murieron por la fe cristiana