Solemnidad de Cristo Rey en la Biblia







Primera lectura | Del libro del profeta Daniel 7, 13-14













Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido.ComentarioRecordemos que el libro de Daniel fue escrito probablemente entre los años 167 y 164 antes de Cristo, es decir, durante la persecución de los judíos bajo la dominación de Atíoco IV Epífanes y el lanzamiento de la liberación protagonizada por los Macabeos.

La intención del autor es mantener la fe y la esperanza del pueblo en su lucha contra el tirano. Por eso interpreta los acontecimientos pasados y presentes bajo la luz del Reino de Dios que se avecina: los grandes imperios se desmoronan y comparecen ante el trono de Dios para ser juzgados y Dios establece al fin su reinado sobre todos los pueblos.

 Éste es el sentido fundamental del sueño de la estatua con los pies de barro y de la visión apocalíptica que se describe en el capítulo VII, de donde ha sido tomada la presente lectura.Los poderes políticos, a partir de Nabucodonosor hasta Etíoco IV Epífanes, se presentan bajo el símbolo de cuatro terribles bestias que surgen del abismo de los mares. Juzgados, condenados y destruidos éstos, el vidente contempla una figura semejante a un hijo de hombre que viene sobre las nubes y se presenta delante de un anciano venerable. El anciano representa al mismo Dios que rige los destinos de la historia; el “hijo del hombre” que se acerca para ser entronizado simboliza al “pueblo de los santos del Altísimo”.

Ahora bien, de la misma suerte que las bestias condenadas pueden significar igualmente a los monarcas de los diferentes imperios, la quinta figura que recibe el poder, el honor y el Reino, puede significar también al Señor del pueblo de los santos. Por eso es posible que Jesús interprete el símbolo de sí mismo y se llame “El Hijo del Hombre” que viene sobre las nubes para sentarse después a la diestra del Dios.Segunda lectura | Del libro del Apocalipsis del apóstol San Juan 1, 5-8Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la Tierra; aquél que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquéllos que lo traspasaron.

Todos los pueblos de la Tierra harán duelo por su causa.”Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso”.ComentarioEl Apocalipsis (o “Revelación”) está redactado según la forma literaria del género epistolar, pues es una carta circular (encíclica) dirigida a las siete iglesias de la providencia romana del Asia menor. Comienza con una dedicación y saludo con el que se invoca solemnemente sobre estas iglesias el nombre de Dios (“el que era en un principio, el que es y el que viene”) del Espíritu (“los siete Espíritus” o plenitud de todos los dones, es decir, el Espíritu Santo) y de Jesucristo.Tres títulos que recuerdan la fórmula del símbolo apostólico (murió, resucitó y está sentado a la diestra del Padre) acompañan el nombre de Jesucristo.

Pues él es, en primer lugar, “Testigo fiel” que, después de predicar el Evangelio, lo selló con su propia sangre en la hora suprema de la muerte; en segundo lugar, él es el “Primogénito” o primer nacido de entre los muertos que resucita para no volver a morir e inaugura la resurrección de la carne, y, en tercer lugar, Jesucristo es el “Príncipe” o “Señor” de los que dominan que está sentado a la diestra del Padre y que ha de venir a juzgar sobre las nubes.Correlativamente a los tres títulos indicados, se mencionan ahora los tres dones que vienen de Dios por Jesucristo a todos los hombres. El primero de estos dones, que es la fuente de los otros dos, es el amor constante que Jesucristo tiene a los hombres; el segundo, la redención de los hombres por la sangre de Cristo en la que todo ese amor llega a su máxima expresión, y el tercero, la altísima dignidad que concede a cuantos ha redimido.Jesucristo, constituido en Señor y Sacerdote, asocia a su propia gloria y a su función a cuantos ha redimido.

La vocación de Israel a ser un pueblo de reyes y sacerdotes se cumple por Cristo y con Cristo en el nuevo y definitivo pueblo de Dios. La memoria de todos estos dones provoca la alabanza a Dios de quien proceden. El pasaje termina con una doxología. Y el recuerdo de la obra de Dios en Jesucristo lleva a la consideración de la venturosa venida del Señor al fin de los tiempos. De esta suerte se introduce el motivo propio y el tema de todo el libro. El vidente contempla ya la venida gloriosa del Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo y la reacción de todos los pueblos ante este acontecimiento. Describe su visión con palabras tomadas de Dan 7, 13 y Zac 12, 10.

El mismo Jesús anunció su venida sirviéndose de las palabras de Daniel. La citación libre de Zacarías tiene este sentido: el que fue asesinado por los hombres se manifestará al fin de los tiempos ante la faz del mundo como el juez que Dios ha establecido y como Señor, entonces sus enemigos se lamentarán sin remedio.

Aquí se expresa ya un pensamiento fundamental del Apocalipsis: el juicio de condenación para los malos, pero no habrá juicio para la comunidad de Jesús. La primera manifestación, “si”, se refiere a la promesa de Dios. La segunda, “amén”, expresa la confianza inquebrantable de la Iglesia.

Alfa y omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Se llama a Dios alfa y omega porque es el principio y el fin de la historia, el sentido que descifra el enigma de todos los acontecimientos. El triunfo de Jesucristo, el testigo fiel, será la manifestación de Dios llevada a la consumación plena. Entonces se verá, y todos verán, el sentido de la historia y del mundo. Entonces Dios será todo en todas las cosas.

| Según San Juan 18, 33-37

En aquel tiempo, preguntó Pilatos a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”. Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Con que tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.

Literalmente la dramatización del proceso de Jesús se mueve en dos escenarios: en el interior del pretorio reina la calma y se reconoce la inocencia de Jesús, mientras que en el exterior se respira odio y violencia con la única preocupación de declarar culpable a Jesús.

Pilato y Jesús se encuentran frente a frente. Por razones apologéticas se intenta disculpar a los romanos y mostrar que Pilato no se encuentra ante un hombre cualquiera sino ante un rey misterioso, que no es enemigo de los reinos terrenos. Era normal en el derecho romano que el juez interrogase primero al reo. Pilato entra directamente en el terreno político: para la autoridad romana la pretensión de realeza de Jesús supone un motivo de alarma. Sin embargo, es más significativa esta reivindicación de la realeza en el Evangelio de San Juan teniendo en cuenta que el cuarto evangelista sólo utiliza dos veces la expresión “Reino de Dios”: en el diálogo con Nicodemo (Jn 3, 3.5); las otras dos veces que aparece la palabra reino en el evangelio joánico son precisamente en este texto de la fiesta de hoy.

Jesús declara con dos intervenciones complementarias: en la primera niega pertenecer a la realeza de este mundo; su realeza viene de lo alto (Jn 3, 13); por lo tanto, no es peligro para Roma. En una segunda intervención delimita el sentido profundo de su reinado que se hace realidad por medio de la verdad, cuyos súbditos son los que están por la verdad.- Padre Manuel Jesús Ceballos García.-Promotor Diocesano de la Pastoral Bíblica. Correo electrónico: notasarquidiocesis@gmail.com