Festividad de Cristo Rey
2 meditaciones sobre Cristo rey
El grito de "Viva Cristo Rey
10 Cosas que Deberías Saber sobre la Fiesta de Cristo Rey
Poema a Cristo Rey
Soneto a Cristo Rey
Poema A Cristo Rey
Poema Tu Reino no es de éste mundo
El toque humano
Solemnidad de Cristo Rey en la Biblia
¡Viva Cristo Rey!
¿Por qué Jesucristo es Rey?
Celebrar a Cristo Rey
Cristo, ¿Rey?
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Imágenes de Cristo Rey
Imágenes de Cristo Rey 2
Imágenes de Cristo Rey
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Imágenes de la Fiesta de Cristo Rey
Viva Cristo Rey
Pasatiempos Cristo Rey 1
Pasatiempos Cristo Rey 2
Pasatiempos Cristo Rey 3
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Solemnidad de Cristo Rey
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Viva Cristo Rey
Pasatiempos Cristo Rey 1
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Comic Evangelio Cristo Rey
Solemnidad de Cristo Rey
Cristo Rey de Swiebodzin, Polonia
¿ES CRISTO REY Y SEÑOR DE MI VIDA?
Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas de la liturgia de la Misa del XXXIV Domingo del tiempo ordinario [C], Cristo Rey, 2 Samuel 5, 1-3; Colosenses 1,12-20; Lucas 23, 35-43, en el 2007.La solemnidad de Cristo Rey, en cuanto a su institución, es bastante reciente. La estableció el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a los regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia
El clima del que nació la solemnidad es, por ejemplo, el de la revolución mexicana, cuando muchos cristianos afrontaron la muerte gritando hasta el último aliento: «Viva Cristo Rey».
Pero si la institución de la fiesta es reciente, no así su contenido y su idea central, que es en cambio antiquísima y nace, se puede decir, con el cristianismo
La frase «Cristo reina» tiene su equivalente en la profesión de fe: «Jesús es el Señor», que ocupa un puesto central en la predicación de los apóstoles.
El pasaje evangélico es el de la muerte de Cristo, porque es en ese momento cuando Cristo empieza a reinar en el mundo.
La cruz es el trono de este rey. «Había encima de él una inscripción: “Este es el Rey de los judíos”».
Aquello que en las intenciones de los enemigos debía ser la justificación de su condena, era, a los ojos del Padre celestial, la proclamación de su soberanía universal.
Para descubrir cómo nos toca de cerca esta fiesta, basta con recordar una distinción sencillísima.
Existen dos universos, dos mundos o cosmos: el macrocosmos, que es el universo grande y exterior a nosotros, y el microcosmos, o pequeño universo, que es cada hombre
La liturgia misma, en la reforma que siguió al Concilio Vaticano II, sintió la necesidad de trasladar el acento de la fiesta, haciendo énfasis en su aspecto humano y espiritual, más que en el –por así decirlo– político.
La oración de la solemnidad ya no pide, como hacía en el pasado, que «se conceda a todas las familias de los pueblos someterse a la dulce autoridad de Cristo», sino que «toda criatura, libre de la esclavitud del pecado, le sirva y alabe sin fin».
En el momento de la muerte de Cristo, se lee en el pasaje evangélico –recordémoslo–, pendía sobre su cabeza la inscripción «Jesús es el Rey de los judíos».
Los presentes le desafiaban a mostrar abiertamente su realeza y muchos, también entre los amigos; se esperaban una demostración espectacular de su realeza.
Pero Él eligió mostrar su realeza preocupándose de un solo hombre, y encima malhechor: «Jesús, acuérdate de mi cuando estés en tu reino.
Le respondió: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”».
En esta perspectiva, el interrogante importante que hay que hacerse en la solemnidad de Cristo Rey no es si reina o no en el mundo, sino si reina o no dentro de mí.
No si su realeza está reconocida por los Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida y vivida por mí.
¿Cristo es Rey y Señor de mi vida?
¿Quién reina dentro de mí, quién fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o algún otro?
Según san Pablo, existen dos modos posibles de vivir: o para uno mismo o para el Señor (Rm 14, 7-9).
Vivir «para uno mismo» significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad.
Vivir «para el Señor», al contrario, significa vivir por Él, esto es, en vista de Él, por y para su gloria, por y para su reino
Se trata verdaderamente de una nueva existencia, frente a la cual la muerte ha perdido su carácter irreparable
La contradicción máxima que el hombre experimenta desde siempre –aquella entre la vida y la muerte– ha sido superada.
La contradicción más radical ya no es aquella entre «vivir» y «morir», sino entre vivir «para uno mismo» y vivir «para el Señor».
¿Quién reina dentro de mí, quién fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o algún otro?
Según san Pablo, existen dos modos posibles de vivir: o para uno mismo o para el Señor (Rm 14, 7-9).
Vivir «para uno mismo» significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad.
Vivir «para el Señor», al contrario, significa vivir por Él, esto es, en vista de Él, por y para su gloria, por y para su reino
Se trata verdaderamente de una nueva existencia, frente a la cual la muerte ha perdido su carácter irreparable
La contradicción máxima que el hombre experimenta desde siempre –aquella entre la vida y la muerte– ha sido superada.
La contradicción más radical ya no es aquella entre «vivir» y «morir», sino entre vivir «para uno mismo» y vivir «para el Señor».
«A JESUCRISTO REY DE REYES VENID Y ADORÉMOSLE»
Meditación de EWTNEs día de proclamar su realeza, de decir entre suspiros: ¡Venga a nosotros tu reino! De decir al Padre: ¡Padre glorifica a tu Hijo!
Jesucristo no es Rey por gracia nuestra, ni por voluntad nuestra, sino por derecho de nacimiento, por derecho de filiación divina, por derecho también de conquista y de rescate.«Así que Cristo es Rey universal de este mundo por su propia esencia y naturaleza» (Sn. Cirilo de Alejandría), en virtud de aquella admirable unión que llaman hipostática, la cual le da pleno dominio no sólo sobre los hombres, sino sobre los ángeles y todas las criaturas. (Pío XI)
Y ¿qué de extraño tiene sea Rey de los hombres el que fue Rey de los siglos?
Pero Jesucristo no es Rey para exigir tributos o para armar un ejército con hierro y pelear visiblemente contra sus enemigos.
Es Rey para gobernar los espíritus, para proveer eternamente al mundo, para llamar al reino de los cielos a los que creen, esperan y aman.
Nadie tema vaya a perder algo porque se someta al «suavísimo imperio de Cristo». (ColEs un Rey tal, que no esclaviza, ni esquilma a sus servidores; un Pastor y un Señor que no toma nada de su rebaño, sino que todo lo da, y antes se desvive por los suyos y se les entrega, con todos sus bienes ya desde la tierra, hasta que sean capaces de poseerle y de gozarle más cumplidamente en el cielo.
No teman las sociedades porque Él es quien las funda y las sustenta.
No teman los poderosos porque « no quita los reinos mortales quien da los celestiales».
No teman tampoco los individuos porque servir a Cristo es reinar
Piensan los insensatos que les va a privar de la libertad, cuando se la va a acrecentar y perfeccionar, proscribiendo tan sólo el libertinaje, tan fatal para el alma como para los cuerpos, para las naciones como para los individuos, ya que «lo que hace míseros a los pueblos es el pecado».