¿Fue santo alguno de tus antepasados?

Hace unos días, en la fiesta de Todos los Santos celebramos a muchos más, que no están en el santoral. Y es que no están todos los que son.

Puede que imaginemos un cielo repleto de personas santas, pero algo alejadas de nosotros: personas de otros siglos, con vidas perfectas, tan admirables que no nos creemos dignos de imitarles… ¿El cielo se nos queda como algo inalcanzable? Nada más lejos de la realidad.

La fiesta de Todos los Santos está en el calendario para que recordemos que también nosotros podemos llegar a la santidad. Hay muchos santos que están en el cielo y no sabemos sus nombres porque no se hizo un proceso de canonización para llevarlos a los altares, pero están gozando de Dios e interceden por nosotros. Y son muchos más que los que hay en el santoral con nombre y fecha de celebración.

El santo es la persona que ha llegado al cielo y goza de la felicidad eterna, o sea, para siempre. Llegó al cielo en forma directa o lo alcanzó después de purificarse un tiempo en el purgatorio. Pero el caso es que recibió el premio final, el que todos estamos llamados a conseguir y en el que intervienen la gracia de Dios por un lado y nuestra respuesta personal por otro.

¿Has pensado alguna vez que en tu familia pudo haber santos? Es posible, por qué no?
 Hombres y mujeres que vivieron una vida cristiana desempeñada seguramente en las tareas profesionales y en un ámbito familiar que no llamaba la atención, pero que lucharon por ser amigos de Dios y responder a su llamada. Personas que vivieron las virtudes en grado heroico, o sea, al máximo.

¿Fue santo alguno de tus antepasados?
Hablamos de ellos y elogiamos las hazañas (grandes o pequeñas) que alimentan la tradición familiar: los sacrificios de la abuela, la fortaleza de un antepasado, su amor, su generosidad, los valores que transmitieron… tras esas fotografías y esos recuerdos hay vidas ejemplares. Dios nos habla también a través de ellos, en la propia familia.

Descubramos lo cerca que estaban de Dios, hablemos de ellos a los más pequeños de la familia y recemos por todos para que estén ya en el cielo. Aunque el santoral no los recoja con nombre y apellido, la fe nos dice que si fueron santos o ya cumplieron el purgatorio, estarán allí. En la fiesta de Todos los Santos se celebra a esos «santos anónimos» pero reales.

(Dolors Massot – Aleteia)