Enseña nuestra Santa Religión que la Iglesia se divide en tres partes: la Iglesia Triunfante, que son los Santos y Bienaventurados que habitan en el Cielo; la Iglesia Militante, que somos todos los bautizados que aún vivimos en la Tierra, y que nos toca librar la guerra contra el mundo, la carne y el demonio; por último, la Iglesia Purgante, que sufre, formada por las Santas Almas del Purgatorio, que sufren -por sus pecados no satisfechos aquí en la Tierra- dolores purificadores mientras esperan entrar en el Cielo. Estas Almas, que calificamos como "Benditas" porque se han salvado, necesitan sin embargo nuestras oraciones y méritos para acortar su estancia en el Purgatorio.
Hay muchas formas de socorrerlas, siendo la primera y más importante, ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por su liberación; también mediante sacrificios (de tipo económico, mediante estipendios de Misas y limosnas; sacrificios corporales o de los sentidos, por ejemplo, negando nuestra voluntad; podemos seguir ayudando a estas Almas del Purgatorio ganando indulgencias y ofreciéndolas por Ellas... (1).
LA DEVOCIÓN QUE TENÍA EL PAPA PÍO IX
POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
El venerable Pontífice Pío IX designó a un Santo y Prudente religioso llamado Tomaso como Obispo de la Diócesis. El sacerdote, alarmado por la responsabilidad puesta sobre el, comenzó encarecidamente a excusarse.
Sus protestas fueron en vano. El Santo Padre sabía de sus méritos.
Agobiado por la aprehensión, el humilde religioso solicitó una audiencia con el Santo Padre y le confesó que tenía mala memoria, lo que resultaba ser un grave impedimento en el alto oficio encomendado a él.
Pío IX respondió con una sonrisa "Su Diócesis es muy pequeña en comparación con la Iglesia Universal, la cual yo llevo sobre mis hombros. Tus cuidados son livianos en comparación con los míos."
Agregó: "Yo también sufría un grave defecto de la memoria, pero prometí decir una ferviente oración diaria por las Animas Benditas, las cuales, en retribución, han obtenido para mí una excelente memoria. Usted debería hacer lo mismo, estimado Padre, y tendrá en qué regocijarse".
Padre Paul O’Sullivan OP, en su libro "Léeme o laméntalo"
LAS ALMAS DEL PURGATORIO y la intercesión de San Nicolás de Tolentino
Hallándose San Nicolás en el Monasterio de Villazanes, junto a la Ciudad de Pesaro, y retirado en su celda, después de maitines, oyó una gran voz, que por lamentable, y eficaz, parecía salir del corazón dolorido de quien se quejaba atormentado, que le decía: Fray Nicolás, siervo de Dios, óyeme por tu amor infinito.
Y el Santo le dijo: ¿Quién eres tú, que a estas horas me llamas?
Soy el alma -dijo- de Fray Peregrino de Osmo, a quien tu conociste, que por los merecimientos de Cristo me hallo libre de las penas del Infierno; pero atormentado cruelmente de las del Purgatorio, porque aunque merecía las eternas; Dios, por su infinita clemencia, no me condenó a ellas: y para purgar mis culpas, padezco las del Purgatorio; y pues fuimos tan amigos, muestra, por quien Dios es, tu amistad, para que por medio de tus oraciones, penitencias, y sacrificios, salgo yo de tan ardiente abismo.
Le oyó el Santo compasivo y le dijo:
Líbrete, hermano mío muy amado, nuestro Señor Jesucristo, que con su preciosa Sangre nos redimió a todos; pues yo tengo a mi cargo esta semana celebrar la Misa Mayor, por ser Hebdomadario, y habiendo de dar mañana Domingo principio a esta mi obligación, no podré en toda la semana aplicarte alguno de mis Sacrificios.
Oído esto, Fray Peregrino le replicó diciendo: Padre mío, por tu gran piedad socórreme en necesidad tan grave, porque si tu no me favoreces, a quien podré acudir para mi alivio? A todos consuelas, ninguno sale de tu presencia sin remedio; y yo, siendo tu amigo, he de experimentar nuevo dolor sobre los que padezco acervísimo, viéndome destituído de tus socorros espirituales?
Pero para que no me cierres la puerta a mis ruegos, te pido me acompañes, y verás que no te pido para mi solo, sino para otras muchas almas, que padecen las mismas penas, que yo tolero.
Consintió en ello el Santo, y siguiendo al alma de Fray Peregrino, llegó a un campo yermo, que está a la otra parte del Convento, llamado Valmanente, y en él vio infinidad de Almas de diversos sexos y estados, que levantaron a una voz el grito, diciendo : Oh Padre Fray Nicolás, misericordia, misericordia. Mira que todas estamos esperando tu socorro porque si te inclinares a ofrecer el Sacrificio de la Misa por nosotras, creemos, que seremos libres de tan activo fuego, que nos abraza por nuestras culpas.
Con tan lamentable visión, no pudo el Santo dejar de enternecerse, inclinándose su corazón, como piadoso, a favorecer a tanto necesitado como le pedía alivio.
Para implorarle de la Divina Clemencia, se ocupó lo restante de la noche en orar, y llorar, pidiendo a Dios con gran fervor, librase aquellas almas de las penas que padecían; y luego que amaneció, puesto de rodillas delante del Prior, le rogó con mucha humildad le concediese licencia para celebrar aquella semana por las Ánimas del Purgatorio, expresándole la visión, para que no se resistiese a su petición.
Etendida la necesidad por el Prelado, encomendó a otro el cargo de las Misas Conventuales, y dio licencia al Santo, para que aplicase las suyas por las Ánimas. San Nicolás las celebró con suma devoción, y se empleó toda aquella semana en los ejercicios de orar, ayunar, llorar y disciplinarse, para que tan devotos actos sirviesen de alivio a las Ánimas, y de disposición para sus Sacrificios fuesen más aceptos a Dios.
Pasados los ocho días volvió a aparecerse el alma de Fray Peregrino, y muchas de las que la acompañaban en las penas, y resplandecientes, y alegres le dieron las gracias, por hallarse ya libres de las penas del Purgatorio por sus oraciones, y Sacrificios. En cuya memoria se fundaron en la cristiandad muchas Cofradías, para alivio de las Ánimas del Purgatorio, dedicándolas al Glorioso San Nicolás.
ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
¡Oh glorioso Protector de las Almas del Purgatorio, San Nicolás de Tolentino!
Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas Almas benditas, consiguiendo de la Divina Clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el Cielo de la Visión Beatífica de Dios.
Y a mí, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran Santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas Almas queridas. Amén.