Escatología 6-Juicio particular


-Existencia
-Necesario para todos los hombres
-Jesucristo constituido Juez
-Él es el Juez en el juicio particular
-Tiene lugar inmediatamente después de la muerte
-Las obras meritorias del justo le acompañarán en este momento
-Jesucristo imprime en la mente de cada Juzgado su propia sentencia
-La conciencia de cada uno hará el oficio de acusador
-Los ángeles intervienen en la ejecución de la sentencia
-Inmediatamente después del juicio cada alma recibe la sanción merecida
-Las almas de los que mueren no permanecen sólo en un estado, sino también en un lugar
-Existe el juicio particular.

Que es fácil al Señor, el día de la muerte,
pagar a cada uno según su proceder.
El mal de un hora el placer hace olvidar,
al final del hombre se descubren sus obras.
Antes del fin no llames feliz a nadie,
que sólo a su término es conocido el hombre
(Si. 11, 26-28).
Aclaración. Las expresiones «pagar a cada uno según su proceder», «al final del hombre se descubren sus obras» y «sólo a su término es conocido el hombre», denotan la existencia de un Juicio.

-El juicio particular es necesario para todos y cada uno de los hombres.
Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal (2 Cor. 5, 10).
Aclaración. Jesucristo no manifiesta la sentencia del premio o de la pena con palabras articuladas, sino haciéndola ver por su propia virtud en la conciencia de cada juzgado.

-Jesucristo es constituido por el Padre Juez de vivos y muertos.
Y nos mandó que predicasemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos (Hch. 10, 42).

-Jesucristo es el Juez en el juicio particular.
No consta claramente en la Sagrada Escritura, pero se puede deducir, con cierta probabilidad, de los siguientes textos:
Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes...» (Mt. 28, 18).
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano (Jn. 3, 35).
Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo,... (Jn. 5, 22).
Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos (Hch. 10, 42).
Aclaración. El juicio particular no se realizará por un desplazamiento de Cristo al lugar de la muerte del cuerpo del cual el alma se separa, ni tampoco por desplazamiento del alma recién separada del cuerpo, al cielo, sino sencillamente por una inteligencia del alma que entiende el mérito o demérito de sus acciones y en consecuencia obtiene de Cristo el premio o el castigo justamente merecido.

-El juicio particular tiene lugar inmediatamente después de la muerte del cuerpo.
Era un hombre rico...y un pobre, llamado Lázaro...Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades, entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro en su seno. Y gritando, dijo: «Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc. 16, 19-24).
Aclaración. Esta parábola, aunque no es histórica, es claramente doctrinal. Muere el rico y es sepultado en el fuego del infierno; muere Lázaro y es llevado al seno de Abraham. Estas dos retribuciones les son dadas a cada antes de la resurrección del final de los tiempos, como se deduce del coloquio de aquel rico con Abraham acerca de sus hermanos que todavía vivían en este mundo.

Por tanto, de este texto se deduce que después de la muerte se concede una retribución a la que necesariamente debe de preceder un juicio.
Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal (2 Cor. 5, 10).
Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez... (2 Tim. 4, 8).
Y del mismo modo que está establecido que los hombre mueran una sola vez, y luego el juicio,... (Hebr. 9, 27).

-Las obras meritorias del justo le acompañarán en el momento del juicio particular
Luego oí un voz que decía desde el cielo: «Escribe: Dichosos los muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, sí, -dice el Espíritu- que descansen de sus fatigas, porque sus obras les acompañan» (Apoc. 14, 13).
-En el juicio particular Jesucristo imprime en la mente de cada juzgado su propia sentencia de recompensa o de pena
Así parece deducirse del siguiente texto:
Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal (2 Cor. 5, 10).
Aclaración. La sanción recibida es en virtud de una sentencia, cuya justicia de Cristo hace comprender en la mente de cada uno de los juzgados.

-En el juicio particular, la propia conciencia de cada uno hará el oficio de acusador.
...como quienes muestran tener la realidad de esa Ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia con sus juicio contrapuestos que les acusan y también les defienden...en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres,... (Rom. 2, 15-16).
-Los ángeles buenos y malos intervienen en la ejecución de la sentencia en el juicio particular.
No existe un afirmación clara en la Sagrada Escritura, pero sí un indicio del cual parece deducirse.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió el rico y fue sepultado (Lc. 16, 22).
Aclaración. Es muy dudosa la intervención de los ángeles malos en el juicio particular.

-Inmediatamente después del juicio particular cada alma recibe la sanción merecida durante su vida mortal.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, murió el rico y fue sepultado (Lc. 16, 22).
-Las almas de los que mueren no permanecen solamente en un estado de bienaventuranza, purgación o condenación, sino también en un lugar determinado.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, murió el rico y fue sepultado (Lc. 16, 22).
Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía» (Hch. 1, 24-25).
Aclaración. Se indican «lugares» a donde se dirigían.