Escatología-Limbo

10. Limbo

-Existencia
-Los que mueren sin bautismo
-No durará después del día del juicio universal
-Existe el Limbo.


El limbo es el lugar o estado de las almas de los que mueren con sólo el pecado original.
Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios...» (Jn. 3, 5).
Aclaración. Si no pueden entrar en el Cielo y tampoco merecen el infierno por carencia de culpas personales y no haber optado al mismo voluntaria y libremente, parece quedar bastante clara la existencia de un lugar intermedio.
Estando en el Hades -mansión de los muertos- entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno (Lc. 16, 23). 
 Aclaración. Las puertas del Cielo no estaban abiertas aún; se abrieron en el momento de expirar Cristo en la Cruz. Por cuanto antecede y por las insinuaciones del mismo magisterio de la Iglesia especialmente de los Papas Juan XXII y Pío VI y además por se doctrina defendida por casi todos los teólogos católicos, se trata de una verdad cierta en teología que no puede rechazarse sin nota de «falsedad, temeridad e injuria a las escuelas católicas.» Pío VI.

-Los niños que no tienen uso de razón y los dementes que mueren sin bautismo son privados de la visión de Dios.
Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios...» (Jn. 3, 5).
Aclaración. Sin el bautismo no pueden recibir la gracia santificante y sin ésta no pueden conseguir la visión de Dios.

-La existencia del limbo y la situación de las almas en el mismo no durará para nadie después del día del juicio.
Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno (Dn. 12, 2).
 ...llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida y los que hayan hecho el mal, para la condenación (Jn. 5, 29).
E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna (Mt. 25, 46).
Aclaración. Al nombrar los destinos definitivos, la Sagrada Escritura nunca nombra ningún otro intermedio, ni siquiera en la sentencia totalmente universal y definitiva que como tal no puede ser expresada con obscuridades ni ambigüedades.